Desayunamos juntos. Son mesas largas y se colocan de dos en dos. Pero solo pueden sentarse en ella cuatro personas, para guardar la distancia. Mis compañeros de mesa, esta vez, no me hicieron mucho caso: acababan de terminar la guardia nocturna y discutían los procederes médicos que exigía una anciana de 89 años, enferma de coronavirus. Tiene otros padecimientos de base –logré entender–, y aunque ya casi rebasa el virus que la trajo, ha quedado muy desestabilizada. Uno de los médicos esbozó una sonrisa triste al añadir que su esposo, de 90 años, no dejaba de indagar por ella, y se empinaba en su cama para verla a lo lejos, porque está en el cubículo de los que exigen más cuidado. No fue difícil comprender que la historia que abordaban con pasión científica dejaba rastros humanos en ellos.

Un rato más tarde me despido de los doctores Barbiel Nápoles, Alejandro Bombino y Roelky Velázquez, porque regresan a la residencia para, quizás, dormir un rato, o comunicarse con sus familiares en Cuba. Llanio González, Cónsul General de Cuba en Milán (para la zona norte de Italia), me espera. Hoy, por primera vez desde que llegamos, abandono por dos días a mis hermanos. Viajamos hasta la vecina Región de Lombardía. Al llegar, hacemos una breve parada en la sede de la Asociación de Amistad Italia Cuba. Nos entregan algunos obsequios para las brigadas de Crema y de Turín. Mañana nos encontraremos con la primera brigada cubana en llegar. Allí me esperan personas que admiro mucho, como el doctor santiaguero Graciliano Díaz Bartolo o el guantanamero Leonardo Fernández, a quienes conocí en Guinea y Liberia, respectivamente, cuando la batalla contra el ébola.

Hace unos minutos hablé por teléfono con el doctor Carlos Ricardo Pérez, jefe de aquella brigada. Allí hay un Hospital de 400 camas, con dos neumólogos y cinco intensivistas cubanos. En un parqueo aledaño, se ha levantado otro de campaña, que cuenta con los servicios de quince enfermeros, dos clínicos y doce MGI. Seis más atienden a los enfermos de COVID-19 de un hogar de ancianos. Ya saben de qué hablaré mañana.

Por REDH-Cuba

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