No existen sábados ni domingos para la brigada médica en Turín. Las rotaciones se mantienen, y el trabajo en el hospital y fuera de él, no cesa. Una brigada “invisible” de jóvenes voluntarios nos acompaña todos los días. Algunos han estado vinculados a un grupo de solidaridad con Cuba, otros responden a un llamado que exige en primer lugar conocer la lengua española. Se turnan también, hasta la noche, y algunos se han puesto el traje para traducir dentro de la zona roja. Son nuestros lazarillos. Una italiana, hija de marroquíes, escribía hoy un mensaje que un médico cubano entregaría del otro lado de la “aduana” sanitaria. Resulta que ayer en la tarde encontró a un anciano de 82 años parado tras el portón del complejo, porque no sabía si su esposa estaba ingresada allí. La habían internado en otro hospital, pero la trasladaron, sin decírselo, al nuestro. El anciano permanecía en la calle, esperando. La cooperante conversó con el hombre, le dio la información que necesitaba. El médico cubano le entregó a la esposa el papel que explicaba lo que había sucedido, pero esta se encontraba desorientada, hipoacústica, sin los aparatos para la escucha, incapaz de comprenderlo. Hace algunos días, la dirección del hospital accedió a que una mujer ajena a la institución entrara, con el traje protector, a la zona roja. Adrián, el epidemiólogo cubano de turno, se esmeró en que quedara bien protegida. Al padre de la mujer, casi dado por muerto, lo habían trasladado a este hospital. Y aquí se recuperó. Fue un encuentro conmovedor. Son anécdotas humanas, a veces tristes, a veces alegres, que enriquecen el trabajo meramente científico. Y hermanan a trabajadores italianos y cubanos.

Hoy se acordó en el consejillo médico que se realiza todos los días, dar el alta a un señor de 85 años con cáncer terminal, que se infestó de covid en el hospital donde permanecía ingresado. Ha tenido sangramientos por la orina, fue incluso trasfundido, pero se ha recuperado bastante y ya tiene dos tampones negativos. Me lo explica el doctor santiaguero Jaime Zayas Monteagut, su médico de cabecera. Ahora se atenderá según el concepto médico de “cuidados paliativos”, en su casa. En estos días se ha discutido un programa de pesquisajes médicos en diferentes barrios de la ciudad –no se había hecho antes en Turín–, en el que participarán médicos y enfermeros cubanos. Y uno de los pacientes que será visitado y atendido en su casa por el urólogo cubano será este, que de esa manera mantendrá su vínculo con la institución hospitalaria. Son solo apuntes de un domingo cualquiera, casi igual al lunes, o al martes, pero diferente, porque diferentes son todos los pacientes y también sus historias.

Por REDH-Cuba

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