20 de mayo de 2020

Mis descripciones y entrevistados siempre han tenido una frontera infranqueable: la que establece la aduana sanitaria a través de la cual se accede a la zona roja del hospital. Hoy, después de muchas clases prácticas de cómo vestirse y desvestirse y del cuidado especial de Adrián para protegerme lo necesario, crucé la línea, en compañía de otros médicos y enfermeros. Recorrí cada cubículo del hospital. Presencié los intercambios entre doctores cubanos e italianos, la paciencia que desbordan al escuchar a sus enfermos, ya sea cuando describen un malestar o cuando expresan su impaciencia por irse, o por el contrario, la aspiración a quedarse más tiempo, y la competencia de los enfermeros. El traje es muy caluroso, y realmente, el trabajo intenso que realizan durante horas, agotador. Llevamos dos guantes; el que está sobre la piel, sostiene con el dedo gordo, como se hacía durante la epidemia del ébola, la manga del traje. No toco nada, las manos cruzadas sobre el pecho. Pero cada vez que un médico o un enfermero tocan a un paciente, se cambian el guante de afuera. Al entrar y al salir de cada cubículo, frotamos las manos doblemente enguantadas con gel hidro-alcohólico. Solo una vocación científica y humana –¿o son la misma en un profesional de la salud?— acendrada, los sostiene, y mantiene la sonrisa en sus miradas. Una de las pacientes cree que es más que eso; dice que el doctor Abel Tobías “siempre trae una alegría contagiosa”. La zona roja (que es el único salón de este peculiar hospital, con 92 camas), hoy alberga a 59 pacientes, 11 en estado grave y crítico. Todos los días se llevan y traen inquilinos. Hasta el momento, han sido dados de alta 55. Y no hay fallecidos. El Árbol de la Vida se ha llenado de cintas blancas. Usamos el celular que siempre se mantiene dentro de la zona para grabar unos diálogos breves con pacientes que han sido previamente consultados, y enviamos la grabación por WhatsApp a nuestras cuentas. Me asiste Matías, uno de los jóvenes lazarillos dispuestos a todo.

La primera paciente en acceder fue Ángela, una señora mayor muy locuaz, cuya frase sobre su doctor acabo de citar: “He recibido muy buen trato. Los doctores y las enfermeras son amables, cuidadosos, he sido muy bien atendida. Bueno, este no es el lugar más alegre del mundo, no hay luz solar, solo la artificial, pero por lo que suele decirse de un hospital, hasta diría que lo pasé bien. Soy casada, vivo en un Hogar de Ancianos en un pueblo cerca de Turín con mi esposo, que está bien, el tampón le dio negativo, pero lo extraño mucho; tenemos dos hijos, uno de 48 y otra de 46 años, y nietos que son la joya de mi vida, espero regresar pronto”. Y reafirma su criterio sobre el médico que la atiende: “El doctor Abel es muy gentil, muy simpático”.

En otro cubículo conversamos con María Pi, asistente en un Centro Dental. “El tampón dio negativo y pronto saldré a casa –me dijo esta mujer, que es paciente del doctor Manuel–. Estoy muy contenta con el trato que recibí, los médicos y enfermeros son muy profesionales, muy buenos, y desde el punto de vista humano me he sentido tratada con respeto. Tengo una hija de 36 años que vive con su compañero, no tengo nietos. El doctor Miguel es bravísimo, como médico y como persona, he recibido una atención espectacular”. Todos se quejan de los baños, pero es un tema insoluble, en una estructura provisional como esta. De pronto me dice: “Yo viajé a Cuba, me gustó mucho y estoy contenta de que los cubanos estén aquí. Estuve dos semanas de vacaciones en La Habana y en Guardalavaca, es un país bellísimo, y si pudiera volvería ahora mismo”. La esperamos allá, le dije al despedirme.

Me habían hablado de él, y quería conocerlo. Pude comprobar que sobre los artistas se tejen leyendas falsas: el pianista Giovanni no se mostró irritable, para nada; fue amable, colaborativo.

Nos han dicho que usted es un pianista famoso…

Gracias. [Amplia sonrisa] Toco y enseño piano en un Liceo Elemental de Música, en Turín. He ofrecido muchos conciertos en el pasado y todavía los doy.

¿Se siente bien atendido?
Muy bien, los enfermeros y los médicos son muy escrupulosos, muy amables, muy atentos con los pacientes, pero si puedo decir algo malo de la estructura es que los baños son muy pocos, pequeños y podrían ser mejorados.

¿Sabe que en el hospital trabaja una brigada médica cubana?
Supe de su llegada por la televisión antes de ser ingresado y también sabía que trabajaban aquí. La relación con ellos es muy buena, incluso en el idioma, porque aunque no hablo español, si ellos lo hacen despacio los puedo entender.

¿Y el doctor Miguel?
Es muy amable, muy buen doctor en mi opinión, y la asistencia en general es óptima.

¿Lo espera su familia?
Tengo a mi esposa y a mi hija de casi 7 años. Todavía no toca el piano, pero lo hará, estoy seguro. Ahora está en una escuela de canto, de coros.

¿Qué extraña más, el piano o la familia?
A mi familia, sin dudas. [Sonríe nuevamente]. Y a mi piano también.

Al despedirnos, le dije que me gustaría asistir a un concierto suyo… en La Habana.

 

 

Por REDH-Cuba

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