4 de junio de 2020
“Yo participé en el bloqueo naval a Cuba, con las fuerzas de la OTAN”, sostiene con ingenuo orgullo un paciente de nombre Antonino. Tiene 77 años, y la presión descompensada. No sé a qué episodio se refiere, han sido tantas las agresiones y los actos intimidatorios a nuestra Isla, que su afirmación resulta verosímil. Está sentado en una silla de ruedas, al lado de su cama en la zona roja. Lo atiende el doctor Abel Tobías. ¿En 1962?, pregunto. “No, no, en 1966”. No sé si su memoria ubica el año con exactitud. Dice que su barco era un lanza misiles de la Armada italiana, y que él trabajaba en las máquinas. Nunca ha estado en Cuba, ni siquiera en la Base que usurpan los estadounidenses. “Allí no nos dejaban bajar” –dice. (Horas más tarde recurro a Google, desconfiado, pero resulta que la guerra de los Estados Unidos contra la Revolución cubana aporta más de un acontecimiento por año, desde 1959). Es un hombre enfermo, de 77 años. Un ser humano que necesita ayuda. Y a su lado, solícito y atento, como siempre, está el doctor cubano Abel Tobías.
Pero de repente corre, porque una anciana se ha desmayado cuando intentaba levantarse de la cama. Estamos en los dos cubículos bajo su responsabilidad. También acuden el Licenciado Madiedo y el doctor Julio. Entre todos la acuestan de lado en su cama, y le realizan los análisis de rigor. La tecnología más avanzada no falta. Se recupera rápido. Pero el pinareño Madiedo queda encargado de vigilar su evolución. Nos frotamos las manos con el gel hidroalcohólico. Y como llevamos dos guantes en cada mano, cambiamos los que estuvieron expuestos.
Antes de seguir, me presentan a otro paciente. Su nombre es Juan Ramón Paucarchuco, un peruano de 64 años. “Un nombre difícil, del Perú antiguo”, dice provocador, consciente de que sus contertulios habituales en Italia presumen de la historia antigua de este país. Hace 17 que vive en Turín con su esposa. “Hemos trabajado tanto”, agrega casi en un susurro. En los últimos diez años ha sido operador sanitario (de servicios) en un hospital. Allí contrajo el virus y se lo trasmitió a su esposa. “Aquí me encontré a los médicos cubanos, que me hacen pensar tanto en el humanismo que hemos perdido… Me han dicho que existen más de veinte brigadas como esta en el mundo, ¿es verdad? Hemos descuidado la ayuda humanitaria en todos los países”. Habla con propiedad: “los países más desarrollados tienen que cambiar su manera de actuar, estamos ante grandes retos, y en vez de gastar en armas, gastar en ejércitos de sanidad”. Tiene una hija que estudia economía en la Universidad. ¿Va a menudo a Perú? “No, hace ya diez años que no voy”. ¿Sabe que una brigada médica cubana acaba de llegar a Perú? “Sí. Mi país está en emergencia y me ha alegrado saber que una brigada cubana ha llegado. Me ha gustado que los cubanos vayan a mi país”. Cuando le pregunto si lo extraña, se queda un rato en silencio: “Sí –dice al fin–, sí se extraña, la cultura, los amigos, la comida, tantas cosas…”
Recorremos otros cubículos, primero los que atiende el doctor Miguel, y después, los del doctor Mauro. Y me encuentro de nuevo con Giovanni Casella el pianista que entrevisté durante mi recorrido anterior por la zona roja. Recoge sus pertenencias, porque hoy sale de alta. Se ve radiante. Dice que vio el reportaje que reprodujo la TV cubana. Reitero que asistiré a su concierto en La Habana, cuando nos visite. Ríe y asiente. Michele anota sus datos personales. Damos la vuelta completa. Un señor mayor, a medio sentar en su cama, conversa con su familia animadamente por el celular que sostiene una enfermera italiana. Es un paciente que estuvo grave, una vida salvada.
Como todos, al despojarnos del traje, bajo la conducción esta vez de René, nos descubrimos empapados de sudor. Es agotadora, estresante, la dinámica diaria de nuestros médicos y enfermeros en la zona roja. René me ataja: no dejes de escribir hoy, por favor, que la brigada cubana de Turín –y especialmente sus epidemiólogos–, felicitan al doctor Durán en su cumpleaños. No se me olvida, le digo. Pero son tres los cumpleañeros con el de ayer: Raúl, Durán y Gerardo. Tres generaciones de héroes cubanos.