6 de junio
No se produjo hoy la salida número 100 como esperábamos. Y ya no habrá otra hasta el lunes. Un día complicado, porque estaré temprano en la mañana despidiendo a la brigada de Crema que parte desde Milán hacia Cuba, y regresaré “volando” a Turín, para no perderme el segundo momento histórico del día. Michele se ofreció a llevarme y a traerme en su carro, un viaje de una hora de ida y otra de vuelta, aproximadamente.
Entretanto, quiero presentar a una de las muchachas de la “brigada” de apoyo, que desde el primer día y de manera voluntaria nos han servido como traductoras y facilitadoras. Su nombre es Yanina Palacios, es argentina, tiene 33 años (me lo dijo sin preguntarlo), y vive en Italia, desde hace 14. Supe que dedicaba todo el tiempo libre, que durante meses fue sencillamente todo el tiempo, a respaldar nuestro trabajo. Pero ahora el suyo, con el que se gana la vida, recomenzó. Viene en las mañanas, y se retira a las doce del día, cuando llega el relevo. Descansa algo en su casa, y entra a trabajar en el bar a las cuatro. Sí, trabaja en un bar, como mesera. “Estudié acá, una parte allá y otra acá, vine con una beca de estudios en el 2007, y después ya decidí quedarme” –me cuenta en la puerta del bar, a donde he ido a verla para entrevistarla, después de pedirle al dueño, un hombre del oficio, atento y conversador, que me concediera unos minutos con ella para la entrevista. Es un bar de estilo irlandés, habitualmente muy concurrido, aunque ahora la clientela apenas retoma los viejos hábitos. “Estudié economía, administración y gestión de empresas.
No me desempeño en esa esfera por varios motivos: primero no me sentía bien en la empresa donde estaba, no me agradaba su ambiente de trabajo, después me quedé sin trabajo, y finalmente encontré este acá, y me fue gustando. Me siento bien en el bar, me gusta el contacto con la gente, es otra vida, es más difícil en algunos aspectos pero no me desagrada, aunque se complica llevar una vida normal, con los horarios que hacemos por la noche. En este período, después del confinamiento social, trabajamos hasta la una de la mañana. Antes terminábamos todos los días a las tres y media, abriendo a las seis de la tarde, y los fines de semana salíamos a las cinco de la mañana. Ahora abrimos a las cuatro de la tarde y cerramos a la una, por la pandemia, pero su horario normal es hasta mucho más tarde. Antes de cerrar limpiamos y ordenamos todo, para poder volver al día siguiente y que la apertura sea más rápida, sino tenemos que venir a las dos de la tarde”. El bar es pequeño, pero muy conocido en la zona. Sobre la barra hay billetes de muchos países, y dos de Cuba: uno de un peso, con la imagen de José Martí, y otro de tres, con el rostro del Che Guevara. “Vivo cerca de aquí, sola, en un departamento con una habitación, un living, un baño; alquilo mi casita. Es más difícil comprarse una, pero con el tiempo, voy a llegar…” ¿Por qué trabajas de voluntaria en el hospital? “Tengo un conocido que me dijo que necesitaban una mano, para ayudarlos a ustedes con el tema de la comunicación, y en aquel momento uno se sentía poco útil, estaba todo el tiempo encerrada, y nos vinculamos al hospital. Me dije, voy a ser voluntaria. Y encontré el trabajo bastante satisfactorio. Ahora voy un poco menos por el tema del trabajo, y solo puedo estar en las mañanas. Me he sentido bien con los cubanos, son gente de buena voluntad, que viene a hacer su trabajo, con una sonrisa todos los días a pesar del cansancio, es una buena experiencia, uno aprende siempre. Seguiré trabajando allí, un poco menos, obviamente. Pero es un compromiso entre comillas el que hemos tomado con ustedes y haremos el esfuerzo por llevarlo hasta el final. Ya dije que voy a planificar con mi madre para que vaya hasta Cuba y encontrarnos allá durante las próximas vacaciones”.
La pandemia ha revelado la existencia de una juventud deseosa de hacer cosas, de practicar la solidaridad, una juventud no explícitamente política, que la tragedia ha juntado, y que, de cierta forma, ha despertado. Hoy en la tarde ocurrió un hecho insólito en Turín. Más de dos mil jóvenes de todas las provincias de la Región de Piamonte se reunieron en la Plaza Castello para protestar contra el asesinato de George Floyd en Minnesota, Estados Unidos. La protesta sin embargo, incluía tópicos nacionales: hacer que Italia sea un país más inclusivo y que extirpe de sus leyes y comportamientos todos los vestigios racistas. Los jóvenes, vestidos de negro, se sentaron en la Plaza e hicieron silencio durante 8 minutos y 48 segundos, el tiempo que duró la agonía de Floyd. No solo la pandemia es mundial, también lo es la solidaridad. Este, es ya un solo mundo