Se fue la mitad de junio. Todavía algunas personas me preguntan si estoy en Cuba. Creen que pertenezco a la brigada de Crema, y no a la de Turín. Es lo mismo. Siempre estoy en Cuba, uno no elige dónde estar; estamos todos en Cuba, aunque estemos en Turín. Algunos días, la sensación es física; cuando sale el sol, y quema por una o dos horas, y uno abandona, temerariamente, el abrigo en el cuarto. Otros, nos volvemos invisibles aunque nos vean, dejamos de ser este cuerpo abrigado que recorre una y otra vez el camino de ida y vuelta, del hospital a la residencia. Estamos allá, con nuestros hermanos de Crema. Sin embargo, Cuba nos sostiene, porque es ella la que bombea nuestro espíritu solidario: mientras Italia (llámese Piamonte o Mundo) nos necesite, aquí estaremos, lejos de la Patria, de nuestros amores. Pero los brigadistas andan muy ocupados hoy. Sentados junto a sus pares italianos más jóvenes, frente a las computadoras del hospital, extraen los datos médicos que necesitan para sus ponencias; son inteligentes, ávidos de crecer, y han hecho buenas migas con los doctores cubanos de más experiencia. El viernes será la Conferencia Científica. Otros acá, sin embargo, salen de vacaciones. Pero son pocos. Los cubanos se exponen todos los días, y reciben a cambio el cariño y la gratitud de sus pacientes. No hay premio mayor. Hay una nueva generación de médicos y voluntarios italianos, que si alguna vez lo necesitáramos –estoy seguro–, irían a Cuba a ayudarnos, a riesgo incluso de sus vidas. Pero los esperamos mejor como amigos que llegarán de vacaciones, cuando no corra peligro vida alguna.

Por REDH-Cuba

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