Elena es rumana. Su historia de vida es complicada. Los recuerdos que guarda de su infancia son maravillosos. Sin embargo, su abuelo fue disidente en la etapa socialista –le habían expropiado su empresa de aceites y sus tierras–; pero ella estudió pedagogía y ciencias económicas en la Universidad y se casó con un estudiante de energía y petróleos. Tuvieron una hija. En 1989, a los 27 años, cuando el país abandonó el rumbo socialista, se convirtió en jefa del departamento económico de una empresa. Sus subordinados eran mucho mayores. Fue feliz. “Yo había estudiado mucho –dice–, y tenía un buen sueldo. Pensaba que obtendría una buena jubilación y que llevaría a mis nietos a pasear por todo el mundo, que visitaría a Papá Noel. Ese era mi sueño”. Pero la crisis económica se interpuso. A los 48 años, en 2009, el Presidente de la República recortó los salarios a la mitad, y sintió que le habían robado su dinero. Su esposo trabajaba en el Medio Oriente, y ella decidió irse, primero a Israel –pero consideró que podía ser peligroso–, y luego a Italia. “Mi tía me recomendó que estudiara sanidad, que así podría trabajar en algún hospital. Ya para entonces tendría 48 o 49 años, y pensé, ¿volver a empezar otra vez?, pero a mí lo único que me interesaba era ganar dinero para retomar la responsabilidad de mi familia. Entonces empecé otra vez desde cero. Empecé a entender cómo se hacen todos los procederes. Llegué a la escuela sanitaria el lunes, después de haber llegado el sábado a Padua, para mi entrevista. Y ahí empezó la etapa más dura, porque de noche estudiaba y de día trabajaba. Así durante dos años. En esos dos años empecé a tener dolores en las articulaciones, porque en esta parte de Europa, donde está el Mar Adriático, hay mucha humedad. Y pensé que tenía que mudarme a una Región donde no hubiese mar. Entonces busqué trabajo en Turín. He trabajado en diferentes hospitales, y me contaminé con el covid-19; no sé cómo pasó, porque había respetado todas las reglas. En Turín compartía con una amiga un apartamento grande, para que la familia y los amigos los pudieran visitar.

“Cuando fui al hospital Martini, porque me dolían los riñones, no tenía ningún síntoma del covid, y después de dos tampones negativos, el médico me preguntó ¿cómo te encuentras? y le digo, tengo muchos dolores diferentes en mis articulaciones, así que me hicieron otros tampones. Entonces, el tercer tampón ya fue positivo. Empecé a respirar mal, y con el covid ha empezado la tragedia. Tuvieron que operarme. Finalmente me llevaron para la OGR. Yo trabajé durante un tiempo en el Cotolengo y protesté, porque me dije, ¿por qué en la OGR? Pero al llegar he encontrado a estas personas maravillosas. Al primero que encontré fue a Miguel, y me dijo, yo soy un médico neumólogo cubano, “ah, qué bien, respondí, he hablado con una amiga que es neuróloga, y le dije, me envían a la OGR” y ella me dijo, “quédate tranquila porque allí ha llegado un equipo de médicos cubanos y son muy buenos, no te preocupes. Si tienes algún problema me llamas, pero tranquila”. Desde que llegué el doctor Miguel y el doctor Luis Miguel, que podría ser mi hijo, me han atendido. Ya mi tampón es negativo”. Regresó el 9 de junio a su casa, pero el 8 había fallecido su madre, y se le cayó el cielo. La conversación se extendió durante hora y media. Elena me confesó que escribe un libro sobre su vida. Después le consultó a Luis Miguel sobre algunos medicamentos y procederes. Nos intercambiamos las direcciones electrónicas. La vida sigue, y Elena volverá alguna vez a Rumanía para reencontrarse con su hija y su esposo.

Por REDH-Cuba

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