La zona roja está casi vacía. En uno de los cubículos se amontonan ahora las camas sin ocupantes. Quedan siete pacientes. Subrepticiamente, Martina ha pasado a formar parte del equipo. Cuando llega en la mañana el doctor, le da el parte: ha estado atenta durante la noche al desenvolvimiento de las compañeras de infortunio, sobre todo de las de más edad. Como es enfermera de un centro que atiende a pacientes muy graves, ha desarrollado un instinto especial para acompañar a las personas necesitadas. Y aunque ella misma es tercamente positiva de la COVID, se mantiene alerta. También por eso puede calificar a nuestros galenos, a quienes considera excepcionales: “la relación que establecen con los pacientes es única –dice Martina–, ahora mismo sentimos que el hospital está siendo desmantelado y nosotras seguimos aquí, pero ellos no nos abandonan”. De pronto, se acerca a la cama de la paciente Giovanna Butti, de 94 años, la misma que saliera con ella, María y el doctor Miguel a tomar el sol, y empieza a cantar una canción, y la anciana la secunda y luego, otra anciana, Antonia Orlando, de 80 años, completa el trío, y el espectáculo es conmovedor. Pero luego la canción se convierte en un juego infantil: Martina menciona (canta) el nombre de un animal, y Giovanna hace el sonido que le corresponde: como una vaca, como un perrito, como un gato, como un caballo, y arruga aún más su arrugada nariz, para hacer de conejo. Es tan precisa e inmediata su respuesta, tan pícaros, tan jóvenes sus ojos, que la escena irradia una ternura indescriptible. Está completamente lúcida: no es que regrese a la infancia debido a su edad, es que nunca la extravió, es una niña adulta aún en sus días finales. A los 94 años, enferma de COVID, y con otras afecciones crónicas, conserva el asombro primigenio. No tengo que mirar a mis compañeros para saber lo que sienten. Todavía turbados, nos retratamos con ellas, con los doctores Julio, Miguel y la joven italiana Nasim Taheri –a Miguel lo esperan cada mañana, intranquilas hasta verlo aparecer (es su doctor)–, con el enfermero Ricardo y con Michele. Es mi despedida. Martina irá el lunes al apartamento de unas amigas que le reservaron un cuarto aislado. A María, que después del tampón negativo, volvió a dar positivo, se le busca un lugar. Giovanna quizás termine en un asilo, no tiene familiares que puedan encargarse de ella. Y Julio y yo salimos pensativos, silenciosos. Miguel y Ricardo todavía estarán con ellas unas horas. Y mañana, y el lunes, cuando todos las veamos subir, una a una, a la ambulancia, que las llevará hasta el destino previsto.

Por REDH-Cuba

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