La definición clásica nos dice que una olla de grillo es “el lugar donde hay mucho ruido o alboroto y resulta difícil entenderse y poner orden”.

Pues bien la descripción aludida, es la que más se asemeja al escenario electoral peruano, a pocos meses de los comicios nacionales previstos para abril del 2021.

La dispersión y el caos, cunde por todas partes y pareciera que no habrá orden ni concierto, salvo que un hálito de sensatez retorne a los distintos segmentos de lo que popularmente se conoce como “la clase política”, hoy más alborotada que nunca.

Y es que al covid-19, se ha sumado una suerte de fiebre electoral debida en la cual unos luchan por quedarse y otros por entrar, soñando (casi) todos por jugar un rol protagónico en el año del Bicentenario.

En todo caso, esta plaga es bastante democrática, y afecta por igual a gentes de los más variados matices del caleidoscopio ante los ojos de los peruanos.

Quizá allí radique la puesta en escena de un nuevo planteo: Vacar a Vizcarra, y diferir las elecciones parlamentarias por dos años hasta “que pase la pandemia” y que el país “retorne a la normalidad” . Así, casi como por arte de magia, nos encontraríamos con un nuevo titular en el Poder Ejecutivo y un Parlamento electo por 16 meses, que podría quedarse por 48.

Veamos cómo andan las cosas en los distintos predios expuestos a la consideración ciudadana:

Renzo Reggiardo y Fernando Olivera luchan porque sus “partidos”, unas minúsculas entelequias puntuales, sean reconocidos e inscritos por el fuero electoral, para aportar sus candidaturas a la Primera Magistratura.

El APRA, que no perdió su inscripción por pura suerte y que no logró un solo parlamentario en los comicios de enero, afronta un doble pleito interno. Por un lado, tiene varios “precandidatos” para ser ungidos como su “representantes”, pero, por otro, pelea para que el registro le reconozca la validez de una de sus directivas partidistas porque del pleito anterior, quedaron dos (casi minúsculas) cabecitas.

El PPC, diestro en el acomodo, optó por aliarse con César Acuña para “soldar” una “propuesta democrática” que sume un pasado mafioso con un discurso conservador. Nadie sabrá lo que finalmente podría salir de allí porque esa alianza, no suma, sino resta. Es un virtual Pasaporte a la Nada.

Hernando de Soto -un sabio incomprendido- va con un Partido trucho, o más bien un vientre de alquiler, que antes cumplió otros servicios igualmente desdeñables. A su vera, asoma Rafael López Aliaga, un Bolsonaro sin suerte; y Keiko Fujimori que no sólo no renuncia a su pasado siniestro, sino que lo afirma con su padre a la diestra

George Forsyth también se buscó un vientre de alquiler al que, finalmente, optó púdicamente por cambiarle de nombre, para parecer novedoso. En el camino, debió defraudar a sus electores de La Victoria, abandonar sus tareas al tercio del recorrido originalmente propuesto y dejar en paz a los ambulantes, a los que vino martirizando en medio de la pandemia.

Acción Popular también se lleva palmas. Tiene “candidatos” renunciantes, como Mesías Guevara y Raúl Diez Canseco; candidatos cortesanos, como Alfredo Barrenechea; candidatos con hambre, como García Belaunde; y candidatos con ganas, como Yohny Lezcano. ¿Se decidirá por alguno, sin romperse?

En esta vertiente, suman otros: Julio Guzmán, Máximo San Román, Daniel Urresti, y hasta Ricardo Belmont. Unos, buscan quién los lleve; y otros, están prestos a saltar a cualquier piscina, aunque fuera con muy poca agua

En la Izquierda, la cosa no marcha mejor: Finalmente quedó otra vez sepultado el mito de la unidad. Curiosamente los argumentos que se expusieron para consagrar la división, resultaron altamente tecnocráticos: Unos y otros arguyeron que no era “técnicamente posible” suscribir alianzas y que marcharían separados cobijados unos tras el membrete de otros. En el fondo, una manera de disfrazar cuatro vertientes.

El Frente Amplio –la primera de ellas- tiene hoy dos cabezas y está al borde de la ruptura: Arana y Morales. Vladimir Cerrón, -“Perú Libre”- optó por hacer “tienda aparte”, pero antes se desgajó de “Democracia Directa”, el Partido de Alcántara, que abrió, a su vez, un nuevo “frente” con otras alianzas.

Juntos por el Perú pareció no sentir las movidas aquellas, como si no afectaran su entorno. Busca, simplemente, persistir en la candidatura de Verónica Mendoza, recordando tan solo que obtuvo alrededor de tres millones de votos el 2016. Que el resto, caiga por arte de birlibirloque.

Por fuera de todos ellos, asomaran dos movimientos más: un “Frente Patriótico” cuya representación podría ser asumida por Walter Aduviri, quien renunció al gobierno regional de Puno para proclamar su voluntad presidencialista; y el Autaurismo, que no es de izquierda, pero que bien podría cautivar a algunos electores de esa banda, distanciados de sus estructuras partidistas.

Por si algo faltara, don Isaac Humala ha declarado “estar dispuesto” a ser candidato presidencial, si fuese necesario.

¿Habrá, algún Pepe, en esta Olla de Grillos?  Aún es difícil saberlo.

Fuente: ALAI

Por REDH-Cuba

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