El presidente de Venezuela Nicolás Maduro, con su convocatoria el pasado 26 de marzo al Encuentro Promotor Internacional del Congreso Bicentenario de los Pueblos del Mundo, en un nuevo aniversario de la Batalla de Carabobo, marcó el gran desafío de la recuperación de la memoria histórica.
Haciendo historia
El presidente de Venezuela Nicolás Maduro, con su convocatoria el pasado 26 de marzo al Encuentro Promotor Internacional del Congreso Bicentenario de los Pueblos del Mundo, en conmemoración de un nuevo aniversario de la Batalla de Carabobo de 1821, marcó el gran desafío de la recuperación de la memoria histórica, nunca tan necesaria como en estos tiempos cuando el imperio avanza sobre América Latina en un plan estratégico para recolonizar y controlar definitivamente a la región.
Esta batalla fue un hito en la lucha unitaria de los ejércitos liberadores contra el colonialismo español y por esto retomar la urgente necesidad de unir a una región, cuyos países están en situación de dependencia de Estados Unidos, salvo Cuba, es sin duda la evidencia de la continuidad de la política con que el presidente Hugo Chávez Frías inició el proceso de unir e integrar en un proyecto de emancipación definitiva a Nuestra América.
Chávez recibió el respaldo inmediato del comandante Fidel Castro Ruz
En esos primeros pasos Chávez recibió el respaldo inmediato del comandante Fidel Castro Ruz, el líder revolucionario cubano y latinoamericano contemporáneo más universal de todos los tiempos, con la sombra de otros héroes de nuestra historia como José Martí, en la lucha por unir a América Latina y a todos los pueblos bajo dominación imperial y colonial.
En un discurso claro y directo Maduro puso nuevamente a la cabeza a la Venezuela de Simón Bolívar y aludió al Congreso Anfictiónico de Panamá (1826) entendiendo claramente el significado de la lucha actual antimperialista, anticolonialista, evidenciando que hay países que se mantienen en la vanguardia en el rescate de la memoria histórica, como una acción cultural, que marca líneas ante una despiadada guerra mediática para desconcientizar y desculturizar a nuestras poblaciones.
Lo había dicho Zbigniew Brzezinki, ya fallecido politólogo polaco, asesor eterno de las políticas imperiales, al advertir que Estados Unidos sólo podría dominar a América Latina definitivamente si lograban arrasar con su culturas en cada uno de nuestros países y que mientras esto no suceda no podrían convertirnos en “Estados vasallos”, que es lo que intentan ahora.
La vanguardia de la lucha antimperialista
Se retoma así la vanguardia de la lucha antimperialista, entendiendo los tiempos de la historia, ante las urgencia del imperio que intenta destruir lo que consideran el mayor obstáculo a sus pretensiones de imponer a la región un colonialismo tardío e insostenible, como sucede con la resistencia de Cuba, Venezuela, Nicaragua, el llamado “eje del mal” cuyo ejemplo aviva las cenizas y encienden las llamas de la rebelión continental, que ni siquiera la pandemia ha logrado detener.
Cuba soporta más de 60 años de un sitio de guerra como es el bloqueo criminal, que también se aplica desde 2014 a Venezuela, asediada desde la llegada del comandante Chávez Frías al gobierno en 1998- ratificado luego bajo la nueva Constitución Bolivariana de 1999. Son estas presencias insumisas, como también la Nicaragua sandinista, que desafían al imperio, al que habíamos comenzamos a derrotar también en el terreno electoral que siempre digitaron.
Nunca pudieron doblegar a Cuba y la revolución sigue en pie, y ha aportado en estos años una fuerte derrota moral al imperio, además de aquella epopeya militar en un intento de invasión en 1961 y 60 años de ataques terroristas de todo tipo. Venezuela lleva ya siete años resistiendo todos los embates del imperio y sometida a una despiadada guerra contrainsurgente desde abril del 2002 cuando Washington decidió dar el zarpazo golpista en ese país.
Fue el primer golpe en la historia regional derrotado en poco más de 48 horas, por un pueblo en las calles con un librito de la Constitución en las manos y unas fuerzas armadas patrióticas, cuyos jefes también había rescatado la memoria de Simón Bolívar.
El bolivarismo como el pensamiento contrahegemónico del siglo XXI
No se puede olvidar que esto hizo posible que surgiera desde la Venezuela chavista con el apoyo de la gloriosa Cuba revolucionaria de Fidel Castro el gran proyecto esbozado por el bolivarismo como el pensamiento contrahegemónico del siglo XXI, referido a la unidad latinoamericana cuando se llegó a concretar un organismo como la Comunidad de Naciones Latinoamericanas y Caribeñas (CELAC) a finales de 2011.
Venezuela les aplicó también una derrota moral sin precedentes al sostener más de dos decenas de proceso electorales, donde a pesar de los millones de dólares gastados, Estados Unidos no pudo recuperar su dominio sobre las siempre manejables elecciones, por medio de los cuales instalaba a sus alfiles y sostenía dictadores.
Tomando un sólo ejemplo, las elecciones realizadas en Paraguay bajo la dictadura del general Alfredo Stroessner que perduró durante 35 años imponiendo el terror, y que servía como territorio supercontrolado para las tareas de Washington de infiltración en la región.
En 1973, Washington bajo el gobierno de Richard Nixon se armó y ejecutó el golpe militar contra el presidente Salvador Allende en Chile, el primer socialista surgido de un proceso electoral al frente de Unidad Popular, con la colaboración activa del Paraguay de Stroessner.
Tanto éste como el dictador chileno Augusto Pinochet y los militares de la primera Dictadura de la Seguridad Nacional instalada en Brasil en 1964, con el derrocamiento del presidente Joao Goulart, fueron claves para la siembra de todas las dictaduras en el Cono Sur en los años 70.
La realidad de Nuestra América, signada por la dependencia
Son algunos de los innumerables datos de la realidad de Nuestra América, signada por la dependencia. Las elecciones siempre habían sido manejadas desde las oficinas ovales del imperio. Ese es el escenario al que se intenta regresar, como lo vimos en Bolivia en 2019 y lo seguimos viendo en Ecuador 2021, para citar sólo algunos de los “modelos” siglo XXI.
En la primera década del siglo XXI, Washington ya había decidido el regreso de “la Doctrina Monroe“ (1823) con remozadas estrategias y el control de las nuevas tecnologías, lo cual fue reconocido públicamente por John Kerry el ex secretario de Estado de Barack Obama (2013-2017), y por el ex presidente Donald Trump, antes de terminar su mandato. Escuchando al nuevo presidente demócrata Joe Biden no hay dudas que nada ha cambiado en el escenario en la política de EE.UU hacia nuestra región.
La Doctrina Monroe, el documento colonial por excelencia determinaba que Nuestra América, la de José Martí, Simón Bolívar, José de San Martín y otros héroes, debía pertenecer al recién nacido imperio del norte, y volvió a encabezar los nuevos documentos de la política exterior de Estados Unidos para América Latina en este siglo.
Esto es sólo un relámpago para saber cómo desesperó a Washington, no sólo la increíble hazaña de la resistencia de Cuba, hoy como vanguardia cultural, educativa, científica, faro de los pueblos que han decidido ser definitivamente libres y soberanos, sino también Venezuela y Nicaragua, Bolivia y todos los gobiernos que en mayor o menor grado desafían al poder hegemónico en nuestra región, desde los intentos democráticos rigurosamente vigilados en el continente.
EE.UU. regresó a los golpes de Estado, con otros componentes
Recurriendo a las viejas estrategias de dominación, a sus propias memorias coloniales, EE.UU. regresó a los golpes de Estado, con otros componentes, ajustando a los viejos esquemas, nuevos diseños de conquista y colonización en este siglo XXI. Lo hizo en Honduras (2009) Paraguay, Brasil (2012), Brasil (2016), Bolivia (2019) y otros fracasados como sucedió en Venezuela y Nicaragua.
Pero en América Latina no es posible un golpe blando, a pesar de que la estrategia de EE.UU. para este período histórico, era infiltrar la estructuras judiciales de nuestros países, apodarse de la dirección de todas las alianzas derechistas regionales, para el regreso a su control electoral usando los parlamentos, apropiarse -como lo ha hecho- de la inmensa mayoría de los medios masivos de comunicación, tarea facilitada por el huracán neoliberal del siglo pasado, derrotado en las calles y carreteras de esta nuestra Patria Grande.
América Latina, continúa siendo el continente de la eterna resistencia, como lo estamos viendo en las rebeliones populares que estallan en un país y en otro, o como lo marcó el regreso de la mano del pueblo boliviano por vía electoral en Bolivia a sólo un año del derrocamiento del entonces presidente Evo Morales en noviembre de 2019.
El triunfo de octubre de 2020 fue la mayor derrota moral para Estados Unidos y la cabeza del golpe: la OEA.
Otro hito en la historia resistente de Nuestra América es este suceso de que un año después de un golpe encabezado abiertamente por el Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA) Luis Almagro, el pueblo boliviano rebelado durante todo el tiempo a pesar de las matanzas y el terror se mantuvo activo en las calles. El triunfo de octubre de 2020 fue la mayor derrota moral para Estados Unidos y la cabeza del golpe: la OEA.
No somos muy efectivos en esto de recordar cada golpe que se le ha dado en los últimos 200 años en América Latina al imperio que se considera el más poderoso de todos los tiempos.
Todo esto a grandes trazos estuvo en el llamado de Maduro, señalando el único camino posible de la unidad de los pueblos ante un imperio cuyo discurso es cada vez más violento, al entender que dejó de ser la única potencia en el mundo, y que su sueño de dominación global navega a la intemperie como un barco sin timón.
Es un sueño que intenta revivir en medio de la pandemia que, sin máscaras, muestra a la otrora potencia invencible a la saga de otras naciones del mundo.
Este es el momento de la unidad de los pueblos a nivel regional y mundial. No dejemos pasar la oportunidad histórica que tenemos. En esta situación las dirigencias no pueden equivocarse y de eso se tienen que ocupar los pueblos. Son tiempos de los pasos cortos y seguros. Son tiempos de recuperar la mirada estratégica y llamar a las cosas por su nombre.
Que no nos enreden con esto de las Fake News (noticias falsas) que siempre fueron parte de la guerra contrainsurgente, desde 1961. La contrainsurgencia es sin duda parte inseparable de los objetivos de la política de seguridad externa de EEUU, desde la aprobación de la Ley de Ayuda Exterior en 1961 por el presidente John Kennedy.
Utilizan como arma de guerra al 98 por ciento de los medios de comunicación masiva
Lo que diferencia una época con otra es que ahora Estados Unidos y sus aliados como Israel y los sumisos gobiernos europeos controlan y utilizan como arma de guerra al 98 por ciento de los medios de comunicación masiva, con el control casi absoluto en estos tiempos.
El “lawfare” también surge como algo nuevo para referirse el uso de la justicia, con sus cómplices mediáticos y políticos, como un juego de esa misma doctrina contrainsurgente, que se aplicaba en la vieja guerra psicológica a lo largo de toda nuestra historia, ahora remozada por lo que se llama en Estados Unidos la “guerra de cuarta generación”.
En este caso el primer mandamiento de este tipo de guerra destaca que ahora “nos se necesitan armas” para exterminar a “dirigencias“ molestas, sólo poderosas campañas de noticias falsas, de informes manipulados, lo suficiente como para “matar moralmente” a esos dirigentes que “amenazan la seguridad” de EE.UU, mediante la desacreditación, la denigración, la humillación permanente hasta horadar la conciencia de los pueblos o “desaparecer moralmente” al dirigente en cuestión.
Que no nos hagan creer que esto es nuevo, que no nos confundan con términos típicamente coloniales o nombrando cada vez con nombre distinto a los que es en realidad la misma y vieja estructura contrainsurgente, mejor solventada por el apropiamiento imperial de las nuevas tecnologías, de las Ciber guerras y otros. No es tiempo de ambiguos.
No se enfrenta un imperio cada vez más salvaje a medida que la decadencia avanza con ambigüedades, con vacilaciones, con dogmas paralizantes. No se los enfrenta bajo dirigencias que han perdido su mirada estratégica y son los pueblos conscientes y organizados los que pueden recordar donde está el verdadero enemigo. Y esto debe hacerse con sabiduría e inteligencia.
Vemos en estos momentos cómo los gobernantes de Estados Unidos, sean Donald Trump o Joe Biden, no están escuchando los ruidos internos, hasta que un día la lava del volcán salga y aparezca ante los portones de la Casa Blanca.
Gracias presidente Maduro, por esa convocatoria que vuelve a poner el eje en donde debe estar.