Nada hay más pavoroso que ver a los funcionarios estadunidenses discutiendo sobre el derecho internacional y los crímenes de guerra. En vivo y en directo, Harris Faulkner, presentadora de Fox News, le ha dicho a Condoleezza Rice que cuando invades una nación soberana, eso es un crimen de guerra. La ex jefa de la diplomacia estadunidense, una de las arquitectas de la invasión a Irak y Afganistán, no sólo ha asentido con la cabeza, sino que ha respondido: Ciertamente va en contra de todos los principios del derecho internacional y el orden internacional.

A Condoleezza se le atribuye el concepto de guerra preventiva, que en realidad tomó prestado de la defensa, en 1945, de los principales jerarcas del Tercer Reich acusados en el Tribunal Militar Internacional de Nüremberg. Fue ella una de las voces imperialistas que dijeron que había armas de destrucción masiva en Irak, que Saddam Hussein disponía de laboratorios móviles, que había comprado uranio a Níger y que se preparaba para una acción militar a gran escala. Todo mentira.

Hay que leer las reacciones a este diálogo entre Faulkner (nada que ver con el escritor) y Rice. El sentimiento predominante es de asco o de náusea. La mayoría prefiere a la Condoleezza mentirosa que a la cínica, después de todo la mentira necesita a quién timar –por eso mismo crea lazos sociales–, mientras el cinismo no tiene en cuenta ni necesita del otro y desprecia abiertamente la memoria que pueda tener la gente.

Presupone, por ejemplo, que todos son imbéciles y no saben que el deterioro del derecho internacional tiene su germen más peligroso, no tanto en la violación de sus normas, sino en el olvido de ellas. ¿Qué derecho internacional sustenta bloquear durante 60 años a un país soberano y pacífico? ¿Qué justificación jurídica le ha permitido a Estados Unidos usurpar Guantánamo y utilizar ese territorio para retener y torturar presos? ¿Dónde está la norma legal que sustente la premisa del cerco a Cuba, que es provocar hambre y desesperación, como dijo en un cínico memorando el subsecretario de Estado Lester Mallory en 1960 y nunca más actual que ahora?

Por no hablar de otro sentimiento que acompaña al cinismo: la venganza. Juan González, asesor especial de Joe Biden para América Latina, declaró el viernes pasado que las sanciones internacionales impuestas contra Rusia están diseñadas para apretar a Cuba, Venezuela y Nicaragua. En declaraciones a La Voz de América, añadió que La Habana, Caracas y Managua sentirán el apretón, a pesar de que ninguno de estos países tiene nada que ver con las decisiones que toma el Kremlin. Lo que no dice González es que las sanciones contra Rusia sí impactan en Europa y en Estados Unidos, aunque no estén destinadas a ello.

Pero el ministerio de la venganza decide que Cuba y todo el que se mueva en línea opuesta a las decisiones de Washington no es el daño colateral, sino el objetivo. No importa si el escenario de confrontación está a kilómetros de distancia, la industria anticastrista de la Florida captó muy bien el mensaje de Juan González y llamó de inmediato a la Casa Blanca a no dilatar más la decisión de escarmentar a Cuba, porque en una guerra no se responde con diálogo, sino con bombas (sic). En 2003, ocurrió algo similar. Sólo en Miami se produjo una manifestación multitudinaria de apoyo a la guerra contra el terrorismo de Estados Unidos, cuyos carteles y coros más llamativos decían: Irak ahora, Cuba después.

Lo que ocurre entre Rusia y Ucrania aviva el bucle revanchista que va de ­Washington a la Florida y viceversa. La relación entre los demócratas de la Casa Blanca y los trumpistas del estado del sur se encuentra en una deriva de extrañamiento y utilización para dañarse mutuamente, con Cuba como moneda de cambio. Los republicanos de Miami no votarán por los demócratas, hagan lo que hagan estos últimos, pero ambos actores se aprovechan del macartismo y a estas alturas, hermanados por el ambiente rusófobo y la nueva guerra fría, se encuentran en una situación de auto e interregeneración, como dos cuerpos que tienen que intercambiar sus glóbulos para poder seguir viviendo. Por supuesto, en nombre del derecho internacional y con Condoleezza de hada madrina.

Aunque hemos pasado por esto muchas veces, el cinismo de Occidente alcanza ahora cotas salvajes. En vivo y en directo, con tramas y subtramas de una nueva guerra que nadie sabe adónde conducirá, la pregunta es pertinente: ¿cómo defendernos del odio desmesurado, asesino, de ese deseo de venganza de carácter global que martiriza siempre a los mismos?

Fuente: La Jornada

Por REDH-Cuba

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