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Aprendí del Comandante en Jefe Fidel, que la verdad, para que prevalezca entre la maleza de mentiras y desinformación, con que los emporios mediáticos del imperialismo mundial azotan a domesticados e indomables, debe ser repetida hasta que gane. La saciedad, es que la verdad predomine al fin.

Como parte de la estrategia de colonización cultural imperial contra Cuba, nuestros compatriotas, por el rigor de la cotidianidad, impuesta objetivamente por la guerra macabra de desgaste económico-material, que desde hace 64 años atiza los Estados Unidos contra nuestro pueblo y su Revolución, no pueden detenerse a analizar causas de sus penurias y aspiraciones, sino a reaccionar ante las consecuencias.

La otra pieza de las tenazas (ideológico-cultural) con que se nos aprieta hasta intentar el destroce del cuerpo nacional, es la siembra del reflejo condicionado, de que las víctimas, o sea, nosotros; somos los culpables y responsables de nuestras desgracias. Y doblemente culpables y responsables, pues, lo somos, en una dirección,  por no doblegarnos al “Destino Manifiesto”, a la “Fruta Madura” ni  al “Gran Garrote”, cuando, según su lógica colonialista debíamos dócilmente aceptar la esclavitud. En la otra senda, merecemos la tortura económica, por nuestras insuficiencias, deficiencias, incapacidades, fallos y torpezas en la gobernanza  soberana e independiente de nuestro destino nacional.

El verdugo es inocente y, aun debemos aceptarlo y celebrarlo por cada martirio a que conduzca a nuestro pueblo.

Las verdades que hay que repetirles a nuestro pueblo y al mundo, hasta que prevalezcan, son las que demuestran que quien aplica un cruel Bloqueo, son los sucesivos gobiernos norteamericanos.  Eso supone menos turismo y menos comercio exterior, por ende menos divisas. Sin divisas o insuficientes monedas de referencia internacional, se afecta directamente la importación de los alimentos, con que el Estado cubano subvenciona y mantiene, “a olas y mareas”, los productos de la canasta básica familiar. Sin esas divisas es muy difícil comprar las cantidades necesarias de fertilizantes y herbicidas para aumentar los rendimientos de los suelos y con ellos producir las viandas, hortalizas, granos y frutas necesarias de la dieta tradicional cubana.

Es responsable el Verdugo y sus testaferros, con genética y descendencia de batistianos, que enlutaron a las familias de más de 20 mil cubanos antes del triunfo de la Revolución, de distorsionar el concepto de remesa familiar por el de “financiamiento al régimen y la dictadura”, y con ello obstaculizar la humana entrega de dinero “luchado” y “sudado” por buenos compatriotas en el exterior, fundamentalmente los que se asientan en los Estados Unidos hacia sus familiares en Cuba. Una práctica humana y normal en el mundo.

No es culpa nuestra la enfermiza y siniestra persecución de cuanto barco con combustible llegue o pretenda llegar a Cuba. Con ese combustible se genera la electricidad que evita el irritante “apagón”, que nos permite un consumo y sobreconsumo de energía eléctrica como consecuencia del cambio climático, provocado y acelerado, por la irracionalidad consumista de sociedades metropolitanas encabezadas por Estados Unidos, que hacen de este año el más caluroso y mortalmente más dañino a consecuencias de permanentes olas de calor. Es con ese combustible que podemos echar a andar la transportación pública y privada, y mejorar ese indicador de calidad de vida y prosperidad.

Fue culpa de Kennedy hasta Bush padre, que a Cuba no llegue ningún producto, con más del 10% de componentes yanquis, y que el mundo no pueda disponer de un bien con más de un 10% de contenidos cubanos. Fue responsabilidad de Bill Clinton reforzar, en nombre de la “democracia y los derechos humanos” el Bloqueo con las leyes Torricelli, en 1992 y la Helms-Burton, en 1996; en momentos verdaderamente críticos. El oportunismo, la cobardía, la perfidia y la bajeza políticas, son consustanciales a esos gobiernos. Esas leyes “legalizaron” el Bloqueo, lo convirtieron en extraterritorial y sancionaron, no solo a la indócil y soberana Cuba, sino han espantando por medio de la extorsión, cualquier iniciativa de comercio e inversión extranjera en nuestro país.

Fue Bush hijo el que nos puso en la espuria, unilateral y chantajista lista de “países patrocinadores del terrorismo”, en su maniática cruzada contra el “terrorismo internacional” y con ello presionó a potenciales socios financieros y comerciales de relacionarse soberanamente con Cuba.

Fue responsable, el “flautista de Hamelin” Obama, de incrementar los fondos de subversión político-ideológica contra Cuba , establecer desde su “Doctrina Obama” la política de destrucción de la Revolución cubana por vías “blandas”, pero manteniendo un “moderado” Bloqueo y de perseguir y sancionar con saña cuanto banco internacional realizara alguna transacción financiera o comercial con Cuba. De eso fue testigo el Banco Nacional francés “BNP Paribás”, al que el Gobierno yanqui sancionó con una multa de casi 10 mil millones de dólares, todo un récord de la falacia y la maldad, por el “pecado” de ser intermediario de un arreglo comercial entre una nación soberana y un socio comercial, todo con apego al derecho y comercio internacionales.

Fue el más abiertamente corrupto y mentiroso presidente estadounidense, Donald Trump, el que inventó el pretexto de un “conflicto sónico”, para revertir lo tibiamente alcanzado en materia de restablecimiento de relaciones diplomáticas y económicas y con ello reforzar hasta el paroxismo y la esquizofrenia política, las medidas de Bloqueo contra Cuba. Todavía están clavadas en el lomo del “Caimán Indoblegable” los 243 puñales, responsables de que no se comercie con más de 200 empresas cubanas, que no entre ni un solo litro de combustible a Cuba, que, aún en tiempos de pandemia por covid-19, incluso con la ONU, a propuesta de la OMS, levantara las sanciones contra país alguno, como se signa en tratados de Derecho Humanitario Internacional, aun en esas circunstancias y con esas iniciativas humanas, el Gobierno de Trump prohibió la entrada a Cuba de “un gramo” de oxígeno medicinal, de ventiladores pulmonares, de jeringuillas, de mascarillas sanitarias y otros insumos imprescindibles para luchar contra el sufrimiento y la muerte que supuso la implacable pandemia. Pero no le bastó, y demonizó a nuestras solidarias y humanistas brigadas médicas, presionó a gobiernos para que no las recibieran y chantajeó a la OMS y a la OPS para que no reconocieran la valía y efectividad demostradas de nuestras vacunas “soberanas”.

¿Realmente es creíble que todo un pueblo, que ha luchado como pocos en la Historia Universal por su existencia y desarrollo, tenga vocación de autoflagelación y suicidio, al “autobloquearse”, autodesabastecerse, y autoinflacionarse”?

¿De verdad que es para creer que somos los cubanos los que inventamos y queremos que los precios de productos necesarios y alternativos estén elevados hasta la inaccesibilidad de los muchos?

¿Alguien que conozca mínimamente la historia de resistencia y victorias de este pueblo podrá dar crédito a la falacia de que el cubano se autogestiona sus penurias, sus escaseces, sus dificultades y carencias porque está en su ADN nacional?

¿Qué grado de desarrollo económico, tecnológico y social tendría Cuba sin el lastre del Bloqueo? Cuánto más hubiésemos avanzado.  Sobre eso hay que hablar, documentar, exponer a nuestro pueblo y al mundo.

Las causas históricas de nuestras deficiencias e insuficiencias, errores y tropiezos tácticos, más de forma, que de contenido y estrategia, están en nuestro enfrentamiento sempiterno a potencias coloniales e imperiales y trasladar entonces, a otros escenarios, que no son de guerra, de manera dogmática métodos y mentalidades, que lejos de hacer avanzar los proyectos de desarrollo, lo entorpecen y ralentizan, en primer lugar, con el contrarrevolucionario burocratismo.

Pecamos por no tener suficiente experiencia en cómo materializar esta hermosa utopía que llamamos socialismo y que es el terror de los imperialistas, en muchas ocasiones por no o dejar de estudiar, profundizar, investigar y pensar en las causas y soluciones de estos males. Ese error nos lleva al corto voluntarismo y a la infeliz improvisación.

Erramos al imitar o copiar acríticamente experiencias ajenas y lejanas a la historia, idiosincrasia, realidad nacional y objetivos conducentes a la conquista de toda la justicia social. Si “crear es la palabra de pase de esta generación: ¡el vino de plátano!, y si sale agrio es nuestro vino”, al decir de Martí, también él nos dijo que había que hacerlo con todos los elementos naturales del país, sin lecturas extranjerizas artificiales.

Vivir bajo el más largo cerco multidimensional, único en su concepción,  rigurosa y despiadada aplicación, lleva también a un pensar y actuar como “cercados”. La muestra está en la injusta percepción de que las víctimas somos los autovictimarios y que los verdugos son los infalibles árbitros y jueces de nuestro desempeño y comportamiento, así como los potenciales salvadores de las desgracias que ellos nos han infligido. Duele reconocerlo, pero es parte de su triunfo en la guerra cultural. Así lo tienen escrito en sus programas de colonización cultural y así se observa en no pocos compatriotas.

Nos corresponde a la parte más consciente y vanguardia ideológica de la sociedad, encabezada por nuestro Partido Comunista, contrarrestar la ofensiva colonial cultural con antimperialismo cultural, enfocándonos en desnudar y desenmascarar sus políticas y estrategias. Mostrando con ejemplos visibles, fáciles de demostrar y explicar, las debilidades de ese sistema inhumano e injusto que es el capitalismo. Lo que hace con sus propias poblaciones y las de otras fronteras, lo que le hace a la Naturaleza y al Medioambiente, lo que le hace a los que no se les subordinan, humillan o claudican. Lo que hace por sed hegemónica e imperial, capricho, rencor y prepotencia. Todo por egoísmo de clase y no por el que portamos por naturaleza.

No es natural en lo humano dividirse, sino diversificarse. Nos ha dividido la cultura del interés privado, por encima del interés colectivo y social. Abundar en esto, en causas y consecuencias, es hermoso y revolucionario deber, de intelectuales y militantes por el amor y  la vida.

No nos entretengamos en “combatir” el fuego “amigo”. Esa es otra muestra de infantilismo revolucionario. Halemos hacia el frente común compartido a esa diversidad revolucionaria que nuevamente aflora en Cuba y que genialmente Martí y Fidel lograron que convergieran en apretada Unidad contra lo que no era conveniente a Cuba y la Humanidad.

Las discrepancias que generarán siempre las interpretaciones de las realidades y los desacuerdos sobre los mejores métodos de lucha revolucionaria, tienen que humildemente subordinarse al objetivo de preservar, defender y desarrollar la Patria, la Revolución y el Socialismo.

La Revolución cubana hoy está cada vez más calumniada y atacada con atroces mentiras. A ese “tiro al blanco” no solo asisten los enemigos de la Revolución, y hasta  de manera inconsciente y desinformada, algunos revolucionarios y personas de buena fe, agobiadas por el malestar y las difíciles condiciones de vida y resistencia del país, que en lógica respuesta psíquica deben descargar sus insatisfacciones sobre la “diana”, meticulosamente conformada por estrategas de la inteligencia y la política imperial, sino también asisten compatriotas que tienen el deber, por conocimiento, por prestigio, por reconocimiento y liderazgo ante las masas, de salir de esa red de guerra psicológica y desbrozar con sus aportes intelectuales la maleza ideológica que nubla de confusión la realidad verdadera del país.

La batalla ideológica y cultural tiene que ir constantemente a informar, orientar, explicar, argumentar, persuadir, convencer, entusiasmar, inspirar, llenar de fe y esperanza en el futuro y en la victoria posibles de este combativo y noble pueblo; tiene que ir a comprometer, movilizar y unir a todas las fuerzas patrióticas y revolucionarias de la nación.  La prioridad tienen que ser los desalentados, los desinformados, los desanimados y los confundidos, pues de no retenerlos en nuestras trincheras, fácil y dócilmente estarán en las trincheras enemigas junto a los traidores y derrotados.

Hace muy poco compartí ideas parecidas a estas con una destacada, brillante y lúcida intelectual cubana. Sus cualidades humanas y revolucionarias le preceden y me precio con alto respeto de ser su admirador y amigo.  En carta privada le expuse ideas como estas, a propósito del ejercicio de la crítica revolucionaria en nuestro contexto nacional. Reconstruyo y agrego algunas de esas ideas:

La crítica tiene que ser ungüento sanador, aunque duela, pero nunca cal en la vista miope de algunos que nos dirigen, ni sal en la piel surcada por los latigazos de la cotidianidad y la guerra económica, ni alcohol en el cuerpo lesionado por la dura batalla por el derecho de vivir, desarrollarnos y conservar la soberanía, la independencia y el socialismo, amén de manquedades y mediocridades.

Al amigo se le critica en privado. Al enemigo se le denuncia en público.

No se puede comprometer lo que se defiende (el criterio, la opinión, el punto de vista, etc.) por los modos equivocados o excesivos de ejercerlos.

La crítica es más humana cuando se ejerce pensando en cómo sería si estuviera dirigida hacia uno mismo o hacia alguien valioso y apreciado. Y sería efectiva, cuando apunta a las causas de los males y no se soba con las personas responsables de ellas.

La crítica sobre las consecuencias, o sea, los problemas que enfrentamos, casi siempre transita de la crítica a la alerta y de ahí a alarma. Y esto último es lo que muchas veces queda en la sicología social, creando incertidumbre, desasosiego, frustración y hasta temor e inseguridad hacia el futuro. Efectos contraproducentes y totalmente alejados de la crítica revolucionaria.

La verdad siempre es crítica, pero la crítica no siempre es verdad.

La verdad es siempre revolucionaria, pero la crítica no siempre lo es.

A la Revolución siempre les harán falta la verdad y la crítica revolucionaria. Entendida esta última, como la que se ejerza en beneficio, fortaleza y defensa de la Revolución.

La crítica nunca debe ir, ni involuntaria ni inconscientemente a fracturar la unidad del país, sino sobre todo, a lo que atente contra ella. Es la unidad la que nos ha traído y mantenido hasta aquí, y es con ella que venceremos la dura batalla contra el imperialismo.

Como la verdad para que prevalezca tiene que repetirse una, diez, cien, mil y millones de veces, reitero hasta la siembra de ella en nuestras conciencias, lo forjado y aprendido por Fidel, en esta última etapa de lucha revolucionaria: “Unidad significa compartir el combate, los riesgos, los sacrificios, los objetivos, ideas, conceptos y estrategias, a los que se llega mediante debate y análisis. Unidad significa la lucha común contra anexionistas, vendepatrias y corruptos que no tienen nada que ver con un militante revolucionario”.

 

Por REDH-Cuba

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