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Prólogo

Pablo Monje-Reyes, director ICAL – Chile

Desde el Instituto de Ciencias Alejandro Lipschütz (ICAL) de Chile y el Instituto Tricontinental de Investigación Social, presentamos el dossier no 68 titulado El golpe contra el Tercer Mundo: Chile 1973 (septiembre 2023). El desafío que plantea este texto es de una enorme relevancia política, en la medida en que se propone abordar el análisis del golpe de Estado en Chile considerando los efectos que este tuvo para los países del Tercer Mundo y No Alineados.

La relación entre el proceso chileno de la Unidad Popular (UP), su interrupción y los procesos en curso en otros países —tanto en la región como del Sur Global— ha sido invisibilizada sistemáticamente en nuestro país, no solo desde la historiografía oficial sino también desde las narrativas mediáticas. La interdependencia de los procesos, la solidaridad y los aportes al proyecto de la UP, así como las estrategias para generar nuevas formas de internacionalismo desaparecen incluso de los relatos construidos desde algunas izquierdas, lo que reafirma la “excepcionalidad” de Chile: una perspectiva ideal para la consolidación del proyecto neoliberal.

Generalmente —y esto ya también en un plano internacional— se entiende que la intervención de EE. UU. (en cuanto al financiamiento, organización y ejecución del golpe) respondía al proceso de nacionalización del cobre; sin embargo, esta perspectiva no permite aquilatar la potencia del proyecto de nacionalización y lo que este implicaba desde la perspectiva de las relaciones económicas internacionales y la mirada estratégica del gobierno de la Unidad Popular. El presente dossier desarrolla estas dos aristas: los objetivos políticos de la nacionalización del cobre y el rol que este proyecto jugaba en el marco de una conversación más amplia entre los países del Tercer Mundo para crear un Nuevo Orden Económico Internacional (NOEI).

La nacionalización no fue un proyecto innovador en el marco del desarrollo económico de Chile. Había sido planteada como necesidad y parcialmente ejecutada por el gobierno de Frei Montalva (1964-1970), pero es Salvador Allende —mientras aún era senador— quien plantea la diferenciación entre las diferentes formas de nacionalizar la producción de bienes nacionales. Cuando finalmente se ejecuta el proyecto, el “compañero presidente” en su discurso del Día de la Dignidad Nacional (11 de julio de 1971), expone las cifras que delatan la insuficiencia de la “chilenización” de Frei y enuncia:

Por eso nosotros criticamos los convenios del cobre, criticamos la chilenización y criticamos la nacionalización pactada, y por eso dijimos siempre, y lo confirmamos ahora, que éramos partidarios de la nacionalización integral, para que no vayan saliendo de la patria ingentes sumas, para que Chile no siga siendo un país mendicante que pide con la mano tendida unos cuantos millones de dólares mientras salen de nuestras fronteras cifras siderales que van a ir a fortalecer a los grandes imperios internacionales del cobre.

No queremos ser un país en vías de desarrollo que exporte capitales; no queremos seguir vendiendo barato y comprando caro. Por eso, ahí está el programa de la Unidad Popular, que es un programa esencialmente patriótico, puesto al servicio de Chile y los chilenos. Y por eso estoy aquí, como Presidente del pueblo, para cumplir implacablemente ese programa.

Para llevar a cabo esta propuesta, Allende identifica, valora y empodera a los trabajadores del cobre, en su rol protagónico en el proceso de transformación en curso.

Fuera de la trascendencia económica que he señalado, tenemos una trascendencia política que es necesario meditar. Con el paso que vamos a dar, rompemos la dependencia, la dependencia económica. Eso significa la independencia política. Seremos nosotros los dueños de nuestro propio futuro, soberanos de verdad de nuestro destino. Lo que se haga en el cobre dependerá de nosotros, de nuestra capacidad, de nuestro esfuerzo, de nuestra entrega sacrificada a hacer que el cobre se siembre en Chile para el progreso de la patria. Será el pueblo el que tendrá que entender, y lo entiende, que éste es un gran desafío nacional, que no sólo tienen que responder a él los trabajadores de las minas sino el pueblo entero.

A la vez, también sitúa este proceso en el marco de las nuevas formas de internacionalismo presentes en el proyecto del Tercer Mundo.

Quiero señalar que indiscutiblemente el precio del cobre también se ha mantenido alto por el conflicto de Vietnam, pero los chilenos, en la conciencia nuestra, preferimos que el cobre baje, pero que se deje de agredir a un pueblo pequeño y digno que lucha por su independencia. Nosotros tenemos la suficiente conciencia revolucionaria para entender que puede bajar el precio del cobre, y lo toleramos, siempre que la paz llegue a Vietnam y la gente de Vietnam tenga derecho a vivir su propia vida…

Nosotros no hemos podido desarrollar la capacidad de nuestra gente, limitada bajo la tutela extranjera que nos imponían los planes de desarrollo y de explotación desde fuera. Debemos también entender que éste es un desafío a nuestra capacidad (…) Eso lo van a manejar los chilenos, nuestros compatriotas en el mercado mundial y por suerte tenemos un lenguaje de entendimiento con Zambia, con el Congo, con el Perú, y se ha formado a escala internacional la CIPEC1, que está destinada a defender los intereses de los países pequeños productores como el nuestro…

Siguiendo la perspectiva que hace referencia a la mirada de Chile y el Nuevo Orden Mundial, un acápite interesante es lo expresado en la III reunión de la UNCTAD (Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, por su sigla en inglés), realizada en Santiago de Chile en 1972. En esta conferencia, el presidente Allende planteaba la posición de su gobierno y colocaba los objetivos de su política en las relaciones económicas internacionales desde una perspectiva revolucionaria y aún necesaria de mantener en nuestros días:

un orden económico-comercial caduco y profundamente injusto por uno equitativo, que se funde en un nuevo concepto del hombre y de su dignidad, y reformular una división internacional del trabajo intolerable para los países retrasados, porque detiene su progreso, mientras favorece únicamente a las naciones opulentas (Allende, 1972: 19).

El hecho de que las naciones ricas defenderán sus ventajas trae consigo cuestiones programáticas, políticas e ideológicas que hasta el día de hoy siguen teniendo vigencia. Hoy, como ayer, es legítimo y necesario continuar sosteniendo a las sociedades que padecen las consecuencias del imperialismo.

Junto con lo anterior, este dossier también aporta una perspectiva crítica acerca de por qué se producen los golpes de Estado. En particular, analiza el rol de Estados Unidos en la estructuración del golpe en Chile, en base a documentación de la época que, en su momento, se mantuvo secreta, ya que siempre fue una conspiración e intromisión de una nación imperialista en los asuntos internos de un país democrático y que definía su autonomía para construir un nuevo proyecto de sociedad para su pueblo. El proyecto de la Unidad Popular encabezado por Salvador Allende fue sin duda emancipador, integracionista y tercermundista, era la construcción de una sociedad socialista por la vía democrática y soberana en lo económico. Para el imperialismo esto era simplemente inaceptable y este trabajo aborda de forma magistral el rol del imperialismo y sus acciones golpistas.

Por último, cabe señalar que los textos incluidos en este dossier están llamados a ser difundidos y cumplir un rol educativo por contener lecciones que los pueblos del Tercer Mundo deben tener presentes hoy y siempre.

 

Las obras de arte que figuran en este dossier son también supervivientes del golpe de Estado de 1973 contra Chile. Antes del golpe, formaban parte de la colección del Museo de la Solidaridad, un proyecto creado por el gobierno de la Unidad Popular para fomentar la donación de obras de arte de toda América y Europa. La visión de este proyecto, que estuvo en plena vigencia desde 1971 hasta el golpe de 1973, era crear un museo de arte internacional para el pueblo chileno. Sin embargo, tras el golpe, muchas de esas obras fueron destruidas.

A pesar de los intentos del régimen golpista de borrar el museo, los trabajadores culturales chilenos que se encontraban en la clandestinidad y en el exilio revivieron el instituto en el extranjero entre 1975 y 1990 con el nombre de Museo Internacional de la Resistencia Salvador Allende. El proyecto fue restaurado en 1991, tras el retorno de la democracia a Chile, y actualmente se denomina Museo de la Solidaridad Salvador Allende (MSSA).

Todas las imágenes incluidas en este dossier (excepto la fotografía de soldados de Augusto Pinochet quemando libros y la serigrafía América despierta) han sido cedidas por el MSSA.

 

 

Por REDH-Cuba

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