Con motivo de la conmemoración de los 50 años del golpe contra Salvador Allende, me invitan en Santiago de Chile a la Conferencia sobre «Dilemas de América Latina y el Caribe».

Ser o no ser, es el dilema que se plantea también a América Latina y el Caribe. Examinemos las disyuntivas que pueden conducir a su destrucción o su afirmación.

El planeta está dividido entre dos grupos: el integrado por los 38 países de la Organización de Cooperacion y Desarrollo Económicos (OCDE), apodada «club de los países ricos», y los restantes 156 países, que integran la Mayoría Mundial.

Los minoritarios 38 Estados de la OCDE ocupan para 2017 unos 36.328.730 kilómetros cuadrados, albergan una población de 1.300.865.255 habitantes y suman un PIB de 56.394.326.347.476 dólares, que representa colectivamente el 62.2 % del PIB nominal global (USD 49.6 billones).

Los otros 156 Estados, la Mayoría Mundial, ocupan unos 114.057.919 kilómetros cuadrados y alojan una población de unos 6.699.134.745, pero representan apenas el 37,8% del   PIB nominal global.

Esta evidente asimetría se explica esencialmente porque los 38 países que hoy integran la OCDE históricamente se nutrieron del saqueo de los recursos y la sobre explotación de los pueblos de los mayoritarios 156 países restantes mediante las tácticas abusivas del imperialismo, el colonialismo, el neocolonialismo y el “Libre comercio”.

No todos los Estados de la OCDE son ricos ni desarrollados. En esencia, encabezan el grupo Estados Unidos y Canadá, algunos países de la OTAN como Alemania, Inglaterra y Francia, y fuera de Europa Japón, Australia, Corea del Sur, Sudáfrica y Taiwán. Muchos otros asisten al banquete como fuentes de recursos a ser devorados: México, Colombia, Chile.

De igual modo, la Mayoría Mundial incluye tanto colosos económicos, políticos y sociales como China, Rusia, India y Brasil, como países de talla económica moderada, dentro de los cuales se cuentan la mayoría de los latinoamericanos y caribeños.

América Latina y el Caribe acumula la mayor cantidad de recursos del planeta. Quien los detente dominará la región, y también al mundo.

Refiriéndose específicamente a ellos, la jefa del South Command Laura Richardson declaró a principios de 2023 durante un encuentro del Atlantic Council: “¿Por qué es importante esta región? Con todos sus ricos recursos y elementos de tierras poco comunes, tienes el triángulo del litio, que hoy en día es necesario para la tecnología. El 60 % del litio del mundo está en el triángulo de litio: Argentina, Bolivia, Chile… Tenemos 31 % del agua dulce del mundo en esta región… Con ese inventario, a Estados Unidos le queda mucho por hacer, esta región importa, ya que tiene mucho que ver con la seguridad nacional y tenemos que empezar nuestro juego… Tenemos también las reservas de petróleo más grandes, incluidas las de crudo ligero y dulce. Tienen los recursos de Venezuela también, con petróleo, cobre, oro, y está la importancia del Amazonas como los pulmones del mundo”. 

La región ostenta asimismo la mayor biodiversidad mundial. Nótese la insistencia de la generala en la primera persona del plural: «Tenemos… tenemos…» Es como si el South Command fuera ya el propietario de los recursos de Nuestra América.

El obvio dilema que se plantea para  América Latina y el Caribe es decidir si entregar incondicionalmente al capital transnacional de los países dominantes de la OCDE o a cualesquiera otros sus recursos naturales, ecológicos, mineros, estratégicos y turísticos, o  reservarlos  para el uso, beneficio y provecho de su numerosa población propia.

La  opción de la entrega ha significado para la región en lo económico la perpetuación del subdesarrollo, en lo social la condición de región más desigual del mundo, en lo político la subordinación de los gobiernos a los poderes hegemónicos unipolares, en lo internacional la entrega de la soberanía a organismos como la OEA y el CIADI, en lo estratégico la implantación de una sesentena de bases militares foráneas y el desencadenamiento de una cincuentena de intervenciones armadas, conducentes a dictaduras militares y prácticas de represión genocida, y en lo cultural la aculturación y la progresiva disolución de la identidad.

En el plano económico, el dilema de América Latina y el Caribe es el mismo que se plantea a los restantes países: intentar un desarrollo económico propio, basado esencialmente en la producción y los recursos locales y dirigido prioritariamente a satisfacer asimismo las necesidades internas, o bien abrirse de manera ilimitada a los intereses del capital foráneo. Éste sentó sus condiciones en el ALCA: acceso sin ningún tipo de trabas para los capitales de los países hegemónicos, y prohibición absoluta de proteger los recursos naturales, las economías, las empresas o la fuerza de trabajo de los países del área.

El ALCA fue rechazado masivamente en 2004, pero desde entonces se ha venido infiltrando a través de infinidad de subterfugios: Tratados de “Libre Comercio”, Acuerdos Multilaterales de Inversión, Tratados contra la Doble Tributación, leyes internas violatorias de la soberanía, Maquilas exceptuadas del cumplimiento de normas laborales, sindicales, tributarias o ecológicas nacionales. El nuevo objetivo de las transnacionales no es ya lograr la igualdad, sino  mayores ventajas que las empresas o personas nacionales, en forma de otorgamiento privilegiado de concesiones sobre recursos, exención de pago de impuestos sobre la Renta, al Valor Agregado, de Importación y de Exportación y otros, decisión de controversias por organismos extraterritoriales, e inaplicación de las normas internas de protección al trabajo y las organizaciones sindicales. Vale decir: la explotación gratuita y sin ningún tipo de deberes de nuestros recursos humanos y naturales por el gran capital transnacional.

Es obvia la solución a este dilema; nada ganará América Latina subastando sus recursos y bienes públicos o subsidiando con regímenes privilegiados inmunes a impuestos y tribunales locales a capitales foráneos que nada aportan y exportan todo. El único camino es el de la protección y fortalecimiento de las empresas locales, sean éstas privadas, sociales o socialistas. Absolutamente todos los países hoy hegemónicos llegaron a serlo con políticas proteccionistas.

Parte fundamental de esta protección es la defensa de las monedas locales y la resistencia a la entrega al dólar imperial, cuyo uso como divisa de referencia rechazan cada vez más países. Estamos en los umbrales de un nuevo sistema monetario, posiblemente respaldado por el oro, mineral del cual Nuestra América posee importantes yacimientos y Venezuela detenta la primera o segunda reserva del mundo. Tenemos la clave del futuro patrón monetario del planeta: sería suicida entregarnos al sistema en vías de desaparición.

Fuente: Blog del autor

Por REDH-Cuba

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