“La historia de América, de los incas acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es más necesaria… no hay patria en que pueda tener el hombre más orgullo que en nuestras dolorosas repúblicas americanas”

José Martí


En enero del presente año se desarrolló la V Conferencia Internacional “Por el Equilibrio del Mundo”. Un espacio de pensamiento ecuménico, dirigido al bien de todos y a la justicia social para la “Patria Humana”, que tiene en José Martí el eje conductor de ambas aspiraciones.

Dos conferencias, entre otras muy significativas, sobresalieron por su alcance humano al convertirse en denuncia y alternativa para este “Nuevo Mundo”. A tono con este 12 de octubre, fecha en que se enfrentan dos lecturas y posiciones antagónicas ante el mal llamado “Descubrimiento de América” o el eufemístico “Encuentro de dos mundos”, es que comparto con los lectores, sendas publicaciones “privadas”, que socialicé en mi muro de Facebook, pero que, al calor de la efeméride, adquiere, según lo aprecio, mayor relevancia.

En internet encuentras disertaciones sobre “perreo”, desde el “Pasito de Anita”, hasta el estribillo de “Yo perreo sola” del desperdicio musical “Bad Bunny”.

Pero hoy descubrimos los asistentes al Panel “Entre el pasado y el presente”, la conferencia impartida por José Luis Ayala, intelectual, escritor y periodista del “Diario UNO” del Perú.

Conocimos de los aportes de Juan Chojne, primer líder de la resistencia política de América, en 1515 y sobre el “Taqui onqoy”, movimiento ideológico originario aymara del Perú, contra el colonialismo de todos los usurpadores de soberanías.

Después de exponer las tesis fundamentales solicitó, con firme denuncia, solidaridad con el pueblo peruano, bárbaramente reprimido por las fuerzas policiales del Gobierno de Dina Boluarte.

De ahí, en el espacio del intercambio, nos reveló qué cosa es el “perreo” para la cultura ancestral peruana (la inca) y las otras de la América precolombina.

Los presentes fuimos estremecidos con los relatos acerca del empleo de los perros por las huestes colonizadoras.

Según él, ello marcó el recurso de superioridad táctica, numérica y armamentística del arte militar que vino con Cristóbal Colón.

Es significativo, porque se habla mucho del desbalance cuantitativo y cualitativo que supuso el avance tecnológico de los conquistadores, expresados en armamentos (arcabuces, trabucos, ballestas, cañones, sables, lanzas de hierro, cascos, corazas metálicas, cotas de mallas de acero, entre otras) y los transportes (barcos, caballos y mulas, en lo fundamental).

Sin embargo, Ayala, nos ubica que los perros marcaron la diferencia en el enfrentamiento entre las culturas y las artes militares que se oponían.

El perro llegaba a donde no podía adentrarse el colonizador, incluyendo ciénagas y resquicios del monte. Protegidos los cancerberos con corazas curtidas de cueros de reses y otros animales, las convertían en invulnerables ante las flechas y lanzas de madera y “venenosas” de los originarios.

El perro acostumbrado a la caza de jabalíes en Europa, se abalanzaba brutalmente y directo a la yugular, en los cuellos indígenas, desgarrando y desangrando a sus víctimas.

“Amigo” se llamó el perro de Pizarro, el “Conquistador del Perú”. Fue un sabueso que cercenaba la vida de entre 30 a 40 personas diarias, como parte del sádico entretenimiento de los “civilizadores” y de la dieta del leal asesino, del hijo bastardo de Gonzalo Pizarro, apodado “El Largo”.

El “Perreo” era introducir en una fosa hasta 20 personas, todas desnudas y allí, indefensas, temerosas y desesperadas se les sometían a cruel tormento, consistente en desatar la furia de una jauría de canes hambrientos, pues se les imponía la inanición forzada durante varios días, de modo que pudieran descuartizar a dentelladas a aquellos “salvajes” y “bárbaros” “indios”. El instinto sanguinario y devorador de los perros era brutal y despiadado, nunca menor al de los que los convertían en máquinas de escarnio y muerte. En muchas ocasiones la correlación era de cinco animales contra un ser humano.

El “Perreo” incluía devorar fetos. Muchas gestantes eran arrojadas a los fosos para que los sabuesos hambrientos descuartizaran sus cuerpos y engulleran a la madre y a las criaturas por nacer.

Una práctica no menos brutal consistía en mutilar manos y pies, para arrojarlas como aperitivos a los anhelosos monstruos y luego completar la ingesta con los cuerpos cercenados y sanguinolentos.

El peruano nos habló con dolor e indignación del genocidio de más de 500 años en nuestras tierras “indoamericanas”.

Nos hizo concientizar que la historia impuesta por los verdugos, nos hace admirar al almirante genovés, Cristóbal Colón y su “hazaña” del “descubrimiento del Nuevo Mundo”, cuando este no pasó de ser un vulgar traficante de personas, incluyendo a sus preferidos: las niñas y los niños, muchos de ellos salvajemente violados.

Urge, nos pidió, reescribir la Historia. Hacer prevalecer el criterio de las “víctimas”, de los explotados y vilipendiados, como diría el Che Guevara.

Aunque no fue su objetivo ni intención, nos regaló una lección de “descolonización cultural”.

El Bien Vivir como norma de relaciones humanas y como proyecto de convivencia social.  Incluye el vivir sano, en paz, amor y armonía, primero entre los seres humanos y después, de estos con la Naturaleza, con la “Pachamama”.

El vicepresidente boliviano, David Choquehuanca, nos persuadió, en su conferencia, de la importancia y la urgencia de incorporar los códigos del “Jiwasa”, que en lengua aymara significa “nosotros/as”. Código que anticipa la muerte del egocentrista “YO”, ante el primer pronombre personal colectivo. ¡Cuán sabia es esa cultura.!

Otro código es el “Kavana”, que significa “elevarnos” y “mirar más allá de lo que nuestros ojos ven”. O sea, que no debemos detenernos a emitir juicios solo por la primera impresión, por las apariencias, por los prejuicios y estereotipos pre establecidos, que siempre asumimos primero que las esencias ocultas en las verdades. Hay que “bucear” al interior humano y conocer a fondo su universo exterior, para conocerlo cabalmente.

Nos habló del “Jallalla”, una palabra qechua-aymara muy alentadora y portadora, en su esencia, de la esperanza y el optimismo. Pero no entendido como “nuestro” ʼojaláʼ, sino como “eso se va a lograr, porque vamos a trabajar para que suceda”. “Porque el universo va a ʻconspirarʼ para que así sea”. “Porque nuestros abuelos no murieron en vano” y “porque nuestro trabajo no es en vano”.

Descubrí que la palabra más larga de la lengua aymara es: “ARUSKIPASIPXAÑAKASAKIPUNIRAKISPAWA”. 34 letras en un solo vocablo, que significa “Tengo conocimiento personal de que es necesario que todos nosotros, incluido usted, hagamos el esfuerzo por comunicarnos”.

La formación de palabras extensa se debe a que el aymara es una lengua aglutinante, al igual que el japonés y el turco. Esa lengua junta, amontona y añade significados, vivencias, experiencias, afectos y sentimientos. En cambio, es castellano, es desagregante, va al detalle, a la explicación.

Por lo tanto, las palabras aymaras son largas, porque allí se dice quiénes somos, qué hacemos, qué decimos, qué sentimos, quién lo hace, por qué lo hace para qué lo hace, en qué tiempo lo hace, etc.

“La historia de América, de los incas acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es más necesaria… no hay patria en que pueda tener el hombre más orgullo que en nuestras dolorosas repúblicas americanas”.[1]

 

[1] José Martí. Ensayo “Nuestra América”. OC. T6. P. 18. Centro de Estudios Martianos. La Habana. 2001. Pdf.

Por REDH-Cuba

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