Toda la política exterior estadounidense estará supeditada, por tanto, a las elecciones presidenciales 2020, donde el escenario más probable es una victoria de Trump, que sigue contando con más apoyo popular que el que tenía Obama en su tercer año de mandato, frente una alternativa demócrata que de momento no parece consolidarse.


Fuente: Cubadebate

La reciente amenaza (no cumplida, de momento) de Estados Unidos de imponer un arancel del 5% a las exportaciones mexicanas es sólo la punta del iceberg de la política exterior de la administración Trump, que a diferencia de la administración Obama (o lo que pudiera haber sido la de Hillary Clinton) no responde tanto a los intereses de Wall Street -solo parcialmente a los del complejo industrial-militar- como a diferentes intereses políticos y comerciales, que impulsan guerras de nueva generación.

Ahora mismo, el foco de la política exterior estadounidense está puesto en la relación con China y el affaire Huawei. El veto al segundo mayor fabricante mundial de telefonía móvil bajo la excusa de la “seguridad nacional” ante un presunto espionaje nunca comprobado es similar a los decretos de Obama y Trump declarando a Venezuela peligro para la seguridad nacional de EEUU. Lo que se esconde detrás de este veto es en primer lugar la posición de avanzada que Huawei tiene en el desarrollo de la tecnología 5G, clave para la inteligencia artificial y el proceso de robotización de la sociedad en un futuro cercano (multiplica por 50 el volumen de datos transmitidos), y la determinación de que esta tecnología no sea suministrada a diversos países europeos; y en un segundo lugar, un intento de impedir la posición de delantera sobre EEUU que China está tomando no sólo a nivel comercial, sino también en el ámbito tecnológico, posición que puede ser aplicada en un futuro a las ciber-guerras. Tampoco podemos olvidar que China tiene el 55% de las reservas mundiales de tierras raras, fundamentales hoy en día para producir nuestros celulares o las baterías de los autos eléctricos, elementos químicos que podrían convertirse en piezas de ajedrez en la guerra de aranceles que libran Estados Unidos y China.

El segundo foco de atención geopolítica está precisamente en Venezuela. No es casualidad que en el momento histórico (2013-2016) en que se produjo una distensión de las relaciones con la revolución cubana, se declare a Venezuela peligro para la seguridad nacional de EEUU. La teoría del enemigo externo implica pasar de Cuba a Venezuela para mantener un enemigo en este hemisferio. Si además ese enemigo es el país con las reservas de petróleo más grandes del mundo, pues ya tenemos el juguete perfecto para entretener a los halcones del Pentágono experimentando operaciones de guerra híbrida.

El tercer vórtice geopolítica en la política exterior estadounidense lo podemos encontrar en Irán, donde la designación el pasado abril de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI) como «organización terrorista» es sólo la culminación de la escalada de posiciones de Irán como principal enemigo externo en Medio Oriente, y una excusa para seguir aplicando sanciones, al no poder demostrar que Irán haya violado el acuerdo nuclear. Al igual que en Venezuela, se busca ahogar la economía iraní actuando contra el petróleo y el sistema financiero. Además, Irán, de mayoría chiita, es clave en la estabilidad de Medio Oriente y el Golfo Pérsico, bien sea apoyando al Líbano como contrapeso a Israel, o a Yemen frente a la agresión, con apoyo estadounidense, de Arabia Saudí.

Otros ejes de la política exterior estadounidense son las contradictorias relaciones con Rusia, el apoyo a Israel para que continúe el genocidio sobre el pueblo palestino, y el diálogo iniciado con Kim Jong-un que busca facilitar una distensión en la península de Corea, donde se encuentran desplazados 28.500 soldados estadounidenses. Pero sin duda China, Venezuela e Irán van a ser los tres principales ejes de la política exterior estadounidense durante el próximo año y medio hasta que en noviembre de 2020 se celebren las elecciones presidenciales en las que Trump aspirará a su segundo mandato.

Un Trump que a pesar de su excentricidad, no ha abierto ningún frente de guerra nuevo, a diferencia de Obama, que según fue sentenciado por el New York Times, se convirtió en el único presidente en la historia de Estados Unidos en ejercer su mandato de ocho años con el país en guerra continua. Incluso la guerra no convencional abierta contra Venezuela fue inaugurada, en esta última etapa, por la orden ejecutiva del propio Obama.

Toda la política exterior estadounidense estará supeditada, por tanto, a las elecciones presidenciales 2020, donde el escenario más probable es una victoria de Trump, que sigue contando con más apoyo popular que el que tenía Obama en su tercer año de mandato, frente una alternativa demócrata que de momento no parece consolidarse.

Una vez pasado el momento político de lo que el feminismo neoliberal de Hillary Clinton representa, parece todavía temprano para que el “socialismo” de Bernie Sanders ceda el testigo al nuevo progresismo y la propuesta de New Green Deal que encabeza Alexandria Ocasio Cortez, nacida en el Bronx y de madre puertorriqueña, la nueva rock star de la política estadounidense. El proyecto de AOC, Rashida Tlaib, Ayanna Pressley o Ilhan Omar, ala progresista del Partido Demócrata, de un neokeynesianismo verde, basado en el impulso al sector público, fomento de las energías renovables, lucha contra el cambio climático y justicia social, está, valga el juego de palabras, demasiado verde para la política estadounidense. Quizás en 2024, con una hegemonía estadounidense en lo económico y militar en decadencia, sea su momento.

Por REDH-Cuba

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