Martes, 28 de abril de 2020

Lo vi llegar, cabizbajo, todavía sostenido por un ambulanciero de traje completo. Era el primer paciente del hospital de campaña, y llegaba de otro centro hospitalario, con una prueba negativa a su favor. Fue ubicado en un sector de cuarentena, para los que esperan la segunda y definitiva prueba. Aquel lugar, todavía sin enfermos, debió parecerle gigantesco en los primeros días. Pero las soluciones que encuentra el destino son inextricables. El enfermo hablaba español, y pronto el enjambre de cubanos lo rodeó. A veces, si el almuerzo se demoraba –y esto empezó a suceder, sobre todo, cuando enfermos más graves ocuparon los primeros cubículos–, protestaba iracundo. Lo que era un buen síntoma de su estado de salud. Los que salían de la zona roja casi no hablaban de él, las conversaciones se centraban en los casos más complicados. Y casi me olvidé de su presencia.

La relación entre especialistas cubanos e italianos fue tejiéndose con manos de abuela. No llegó empaquetada, lo que sí llegó de ambas partes fue el deseo y la comprensión de que era necesario hacerla funcionar. A veces, los de acá ponían a prueba los conocimientos y las habilidades de los de allá; los nuestros no se ofendían, para eso habían venido, para entregar lo aprendido. Han salido airosos. Si alguien llegó prejuiciado, se curó. Los medios trasnacionales reproducen las mentiras más obscenas sobre la solidaridad médica cubana, aunque debo decir que la prensa de la Región de Piamonte, e incluso la del país, ha sido respetuosa. Nuestros médicos y enfermeros son instruidos para no hablar de política, para relacionarse con todo aquel que facilite el desarrollo de las estrategias locales de salud, para respetar creencias y credos, para curar a ricos y a pobres, a contendientes de un bando o de otro. Su misión es salvar vidas. Y sin embargo, el imperialismo los considera subversivos. Su presencia en los lugares más apartados o peligrosos, sin la compensación de grandes salarios, su visión no clasista de la profesión, su entrega, ponen en entredicho los valores del sistema. Todo segmento social no mercantilizado, es subversivo para el imperialismo. Por eso tratan de quebrarlo. Ellos son, como dijo Fidel a propósito del enfrentamiento a la epidemia del ébola, los héroes de nuestro tiempo.

Hoy, Máximo Pinna, de 56 años, el primer paciente en llegar al hospital de campaña, se convirtió también en el primero que recibía el alta médica. Lo abordé a la salida del hospital, donde lo esperaba la ambulancia que lo devolvería a su hogar, y no fue remiso a declarar sus sentimientos: “Felicitaciones, ¿cómo se siente?” –fue mi única pregunta. Pero él quiso decir más: “Muy bien. Los médicos cubanos son muy profesionales, no se les puede pedir más. Estoy muy, muy feliz de haberme recuperado. Me trataron muy bien. Pude conversar mucho con ellos porque hablo español; son muy profesionales, muy simpáticos y tienen un gran corazón”.

 

 

Por REDH-Cuba

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