El Licenciado Víctor Lázaro Guerra Viera, de Pinar del Río, tiene ahora 32 años. Fue el colaborador más joven de los 256 médicos y enfermeros que Cuba envió a los tres países afectados por la epidemia del ébola en África Occidental. Lo ubicaron en Sierra Leona. Tenía entonces 25 años, y fue la primera vez que enfrentó cara a cara a la muerte. Su especialidad en enfermería pediátrica, hacía de su labor una apuesta dramática. “Cerrarle los ojos a un niño es algo muy difícil”, me dijo entonces, en Freetown, poco antes de regresar. Pero la muerte también se llevó a un amigo, a un enfermero pinareño que contrajo a los pocos días paludismo cerebral.

Su segunda experiencia internacionalista se interrumpió de forma abrupta. Estaba en Bolivia. “El golpe de estado nos conmocionó –cuenta–, en cuestión de días todo cambió y se convirtió en una experiencia traumática. Sufrimos persecución por parte de la oposición, el asedio de la policía; algunos de nuestros compañeros fueron arrestados injustamente, destruían nuestras pertenencias. Yo estaba en Santa Cruz, de donde eran Camacho y Mesa. Cuando ya se acercaban las elecciones, empezaron a provocarnos, pero no nos dejamos, en momentos así uno tiene que estar tranquilo”.
El joven enfermero no está destinado para misiones fáciles. Ahora enfrenta el coronavirus en uno de los epicentros europeos de la pandemia: en Turín, Italia. “Cuando me dieron la noticia de que iba a partir para Italia, mi familia se preocupó, pero siempre me ha apoyado, y mi esposa y mi mamá saben la disciplina que tengo a la hora de mi trabajo, y cuánto amo la profesión. Siempre me trasmiten cosas positivas, y confían en mí, saben que si al ébola fui y regresé vivo, y todo me salió bien, con el coronavirus todo será igual”. Ya ha entrado cinco veces a la zona roja. Nadie le tiene que decir cómo protegerse. Mientras escribo estas líneas se prepara para entrar por sexta vez: a su equipo le toca la noche de lunes a martes. Dentro hay 50 pacientes. Pero hay una en especial con la que suele conversar. Tiene 73 años y es la de más edad. Ha estado varias veces en Cuba de vacaciones y habla itañol, pero algo se entiende. Él le dice que tiene que regresar, que la espera nuevamente en la isla. Y ella sonríe: ojalá, repite.

La esposa de Víctor, Jeily Castro Rivera, también es enfermera, conoce los secretos, las alegrías y las tristezas de la profesión. Ahora está en la vanguardia del hogar: tres hijos, un varón de 10 años, una niña de 9 y otro de 6. Esta tarde filmamos varios pequeños videos que serán trasmitidos en Cuba en la emisión de hoy de la Mesa Redonda. En uno de ellos, el doctor Sergio Livigni, Director sanitario del Hospital Covid-19 ORG Torino, donde los cubanos trabajan, declaró: “Es una situación difícil, triste, por la que está pasando el mundo. Pero durante esta semana en la que hemos trabajado juntos, hemos creado una situación de perfecta sintonía entre cubanos e italianos y quiero agradecerle a ellos, a Cuba entera, por habernos enviado a este equipo”.

 

Por REDH-Cuba

Shares