El domingo fue en un comienzo gris, feo, húmedo. Y la nostalgia crece como la hiedra en la humedad. Pero nos desembarazamos rápido de ella, ¡solavaya!, de un solo corte de machete. Una cesta de dulces llega con una dedicatoria: la madre de una paciente la envía para los trabajadores del hospital. Decir domingo es decir madre. Pero en un hospital la actividad es febril. Temprano en la mañana, en la zona roja, Julio y Alessandro discuten la situación de algunos pacientes. Y yo me dedico a hojear las cartas que dejaron los que estuvieron y regresaron a sus casas. Uno dice: “La estancia en el hospital ha sido óptima. Excelentes los médicos y los enfermeros.

Buenos los médicos cubanos, y en particular, el doctor Miguel. Agradezco a todos con cariño. Gracias”. Otro escribe: “han sido nuestros ángeles. Los doctores y enfermeros y todo el personal de la OGR, me han devuelto a la vida, y me han dado el coraje y la fuerza para salir adelante. Gracias por todo el afecto y la paciencia. Hemos salido curados y se lo debemos a ustedes. A cada uno de ustedes los llevaré en mi corazón”. Un tercero reitera: “por su empeño virtuoso, muchas felicidades.

Gracias a los médicos y enfermeros, ya sean italianos o extranjeros, desde lo más profundo de mi corazón”. Lejos de la familia, esas cartas nos retribuyen el amor filial. Porque hay una familia mayor que la que nos vio nacer: es la que construimos con nuestros actos en la vida. Paolo, el médico que también es dentista –hasta 1981 no existió la carrera de odontología en Italia–, se despide. Su contrato expiró. Y trae unas pizzas para el adiós con sus amigos cubanos, que por fin se parecen a las que comemos en Cuba. En la tarde, el sol se asoma tímido entre las nubes. Y los brigadistas que regresan a la residencia, van con una idea fija: comunicarse con sus esposas y familiares. Las voces de nuestros héroes se escuchan muy alto en los pasillos, traspasan las paredes de madera de los cuartos. Cuba anda conectada, de oriente a occidente, en sus celulares. El corazón de la Patria no cesa de bombear la solidaridad en nuestras venas.

Por REDH-Cuba

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