Dos hechos en nada relacionados –aunque originados por este hospital covid– se sucedieron hoy: la inesperada y feliz visita del pianista, ¿se acuerdan?, el que estuvo enfermo, demasiado jovial para haber sido catalogado alguna vez de irascible, porque anda conspirando en algo que todavía no sabemos (y tiene que ver con nuestra despedida); y la visita nuestra al Dormitorio de Mujeres en situación de calle, porque un equipo de la televisión italiana anda por estos días haciendo un documental sobre la presencia médica cubana en Turín con motivo de la pandemia. Pero también hay fotógrafos que preparan libros de imágenes. En fin, que las cámaras se mezclan, se superponen unas a otras (incluyendo la mía) en estos días finales, y uno no puede conversar sin el sobresalto de saberse captado o incluso perseguido por algún lente. Hoy en la tarde –no sé si revelo secretos de filmación–, los muchachos tuvieron que salir y entrar varias veces al Hospital mientras dos drones los filmaban desde lo alto. Pero quiero presentar a otro integrante de la brigada.
Alguna relación prenatal con los almacenes tiene Julio Ortiz Rodríguez. En Angola, entre 1987 y 1988, cumplió su primera misión. El futuro enfermero pasaba entonces el Servicio Militar, y expresó su disposición a partir hacia aquel país en guerra. “No participé en combates, lo mío era la retaguardia, garantizar el suministro de armamentos y municiones”. Su segunda misión, ya como Licenciado en Enfermería fue en Venezuela. “Trabajé en la Coordinación Nacional como Jefe de Operaciones del Almacén Nacional de Equipos Médicos de la Misión. Estuve dos años y medio, del 2010 al 2013. Allí hice el curso de Emergencias y el Posbásico de Terapia Intensiva”. Ahora tiene 51 años, vive y trabaja en Cienfuegos, y es especialista comercial de la Empresa de Suministros Médicos, a cargo de la Reserva Estatal y Movilizativa. Su esposa también es enfermera; más aún, es la Jefa de Enfermería de la Dirección Provincial de Salud de Cienfuegos. “Aunque pertenezco a la Brigada Henry Reeve, esta misión me agarró de sorpresa. Supe que me solicitaban cuando recogía en La Habana los medicamentos y suministros para el combate al coronavirus que debía transportar hasta la provincia de Cienfuegos. Respondí que iría a donde hiciera falta. A las 3 de la tarde me dijeron: tienes que estar mañana en Colaboración. Llegué casi a las 2 de la madrugada a mi casa y a las 8 estaba de vuelta en La Habana. No tuve tiempo de arreglar nada”. Mientras viajaba de La Habana a Cienfuegos y de allí, nuevamente, a la capital del país, su esposa se encargaba de poner en orden sus papeles. Tiene un hijo de 20 años, de un matrimonio anterior, que cumple el Servicio Militar, como si recomenzara ahora su propia historia de vida. Le habían dicho que viajaría a Santa Lucía, en el Caribe, luego que a México, pero finalmente integró la brigada que partiría hacia Turín, en Italia. Se alegró, sobre todo porque había compartido habitación en la Unidad Central de Cooperación Médica, donde recibieron la preparación epidemiológica, con tres pinareños que estuvieron antes en el ébola, y que tenían el mismo destino. Menudo, de estatura media, es un hombre noble y llano como sus nuevos amigos. Su vínculo con los almacenes, en la paz y en la guerra, se asienta en su honestidad a toda prueba. Van y vienen los cuatro cada día, en horarios que se corren, de la residencia a la zona roja y viceversa. Ortiz ha dejado por unos meses su trabajo habitual, para contribuir, con sus propias manos, a salvar vidas.
PD. En la primera foto el pianista junto a su médico Miguel y a otros integrantes de la brigada. En la segunda, el Día de los Padres, de pie y con pulóver azul, Julio Ortiz.