Similar  a como escribió sobre Cuba  su  Héroe Nacional, José Martí, en el siglo XIX, hoy debemos decir que con la defensa  de la independencia de Venezuela impediremos  que  Estados Unidos caiga, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América.


El actual régimen de Estados Unidos que encabeza el presidente Donald Trump anda desesperado,  y sin el menor disimulo, intentando destronar  a  toda costa a la Revolución Bolivariana en Venezuela  y a los gobiernos progresistas de Nuestra América,  para así impedir la independencia e integración definitiva de la región.

Con ese evidente y fundamental propósito, el vicepresidente norteamericano, Mike Pence, realiza una gira por la Patria Grande que ha incluido Colombia, Argentina, Chile y Panamá, cuyos  ejecutivos  se muestran “complacientes”  a los intereses hegemónicos  de Washington, similar al brasileño del golpista Michel Temer,  al del Perú de Pedro Pablo Kuczynski, y al de México de Enrique Peña Nieto.

Pence  se ha reunido en las naciones visitadas con sus respectivos dignatarios en busca de materializar  el  viejo plan de la Casa Blanca y el Pentágono de pretender  cercar a Venezuela, su principal blanco en Latinoamérica.

Washington no ha escondido que derrocando a la Revolución Bolivariana mataría dos pájaros de un tiro: se apoderaría nuevamente del  codiciado petróleo venezolano,  y al mismo tiempo crearía un efecto dominó que acabaría con los procesos progresistas que subsisten en la región pese a las continuas agresiones del imperio del Norte.

En su periplo,  el “ordenanza” del  “emperador”  ha solicitado pública y descaradamente a sus anfitriones asfixiar al gobierno legítimo y democrático del  presidente Nicolás Maduro, al estilo de los tiempos de la guerra fría y las dictaduras sangrientas que imperaron en la pasada centuria en la Patria Grande.

Esa  ofensiva agresiva  y  por supuesto nada diplomática de Estados Unidos ocurre después de que Trump no descartó la pasada semana una eventual intervención militar en Venezuela, aseveración que recibió el rechazo de la comunidad internacional.

En su apresurado recorrido injerencista, el  vicepresidente norteamericano ha evitado hablar del uso de la fuerza castrense,  sin embargo su lenguaje ha sido en todo momento amenazante, e incluso humillante para sus interlocutores “complacientes”.

Pence  ha promovido sanciones y ataques contra Caracas, al tiempo de subrayar que su régimen usará toda su “fuerza económica y diplomática”  con el fin de “restaurar” la “democracia” en Venezuela.

Más  claro que el agua, Washington está empleado a fondo en una evidente ofensiva final dirigida a derrumbar a la Revolución Bolivariana, e intentar restaurar el neoliberalismo salvaje en esa nación sudamericana y en toda la Patria Grande, a imagen y semejanza de los reinstaurados en Argentina y Brasil.

La “complacencia” de varios gobiernos de la región hacia  Estados Unidos  fue criticada por el presidente de Bolivia, Evo Morales, quien en su cuenta en la red social twitter subrayó hace pocas horas que con esa conducta se claudica a la dignidad y la soberanía.

Morales, otro de los líderes progresistas que la Casa Blanca mantiene permanentemente  en su mirilla, expresó además que defendiendo a la Revolución Bolivariana se protege a Nuestra América, su decoro, y su independencia.

Similar  a como escribió sobre Cuba  su  Héroe Nacional, José Martí, en el siglo XIX, hoy debemos decir que con la defensa  de la independencia de Venezuela impediremos  que  Estados Unidos caiga, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América.

Por REDH-Cuba

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