Las urgencias de nuestros tiempos  nos convocan al protagonismo, al cumplimiento de tareas que nos distinguirán ahora y siempre, la posibilidad de decir a nuestros hijos algún día: yo estaba allí, cuando Cuba me necesitó, jovial y entusiasta; desenfadado y arriesgado, irreverente y retador, pero comprometido con un país y una Revolución que no concibe  defenderse sin sus jóvenes, dispuestos a repetir la historia de muchos, que antes, también combinaron alegrías con entregas y sacrificios.

Aquí estamos hoy, llenos de sueños, interpretando nuestra época, colocando en el morral las cosas que son valiosas, recordando que no hemos llegado hasta aquí solos, que muchos han aportado para que nuestras alegrías y empeños se puedan hacer realidad. Somos parte de un país que batalla por salir adelante y nos necesita, que se alegra de nuestro éxito personal, pero precisa del éxito colectivo como nación, nuestro aporte siempre cuenta, es vital, urgente, imprescindible. No se nos piden heroicidades extraordinarias, aunque sabemos que llegado el momento también las ralizaríamos, se nos pide que hagamos cotidianamente nuestra parte y la hagamos bien.

Se precisan definiciones y esas las tenemos claras, son las banderas enarboladas por las nuevas generaciones que han escrito páginas heroicas, desde la alborada alfabetizadora, las arenas de Girón y el empeño internacionalista hasta la lucha contra la COVID-19.

Siempre los habrá que insistan en sembrar entre nosotros  el egoísmo y la desidia, pero nos declaramos solidarios y comprometidos; otros querrán vernos ajenos y distantes; pero nos declaramos presentes y firmes; apostarán a que pongamos nuestros planes de triunfo bajo otras banderas; pero plantaremos aquí, donde hace falta, donde hemos heredado una Revolución que tanto ha hecho y hará por todos.

La nuestra es una nación forjada en  la unión indisoluble del antimperialismo de Martí, Mella y el Che, con la fidelidad de Camilo y la voluntad de lucha inquebrantable de Fidel y de Raúl, hoy reflejada en la conducción certera de Díaz Canel, esa forja reúne la memoria de miles de cubanos que no permitieron nunca el más mínimo gesto de irrespeto hacia esta tierra, que aún se sacude bajo la hombría de Maceo y lo hará mientras queden zanjones al acecho.

No somos una juventud que ceda ante las amenazas ni que haga concesiones, no puede contarse con nosotros para nada que signifique el menoscabo de la soberanía conquistada. Somos una juventud que aprendió hace muchos años a construir su futuro con determinación y sin intromisiones ni miedos.

Sabemos de solidaridad y no de odios, entendemos de diálogo, pero lo hacemos en Revolución y nunca fuera de ella como sentenció Fidel.

Hoy, ahora y aquí, a las puertas del 2021, un año que reclamará nuestra entrega, firmeza e inteligencia, abrazamos el pensamiento martiano dentro del cual cabemos todos los cubanos dignos: La Patria es ara y no pedestal. No podrán confundirnos ni arrastrarnos al abismo neoliberal, conocemos muy bien el valor de la independencia y la dignidad que tanta sangre y esfuerzo ha costado.

Los que resisten y luchan; los que confían y sueñan; los que saben más de soles que de manchas, pueden contar con los jóvenes, no fallaremos.

Pleno del Comité Nacional de la Unión de Jóvenes Comunistas

18 de diciembre de 2020
Comunicación UJC

Fuente: Cuba.cu

Por REDH-Cuba

Shares