Apenas el Ministerio de Cultura anunció que no estaba dispuesto a dialogar bajo presiones o chantajes de un pequeño grupo y toda la maquinaria mediática de la “prensa independiente” comenzó un ejercicio que conocen hasta el cansancio. Pero en esto, como en tantas cosas por estos días, hay que pasar de los titulares de show para ir a las esencias.

  • El correo recibido por el MINCULT con las «condiciones» para realizar el encuentro pactado, y la posterior declaración de ese grupo, son insolentes porque hablan desde una posición de superioridad dañina para todos, fundamentalmente para quienes sí tienen reclamos justos y quieren dialogar. También lo es porque desconocen la historia de un país que no cede ante condicionamientos de cualquier clase.
  • Quienes exigen desde esa postura no pueden erigirse como la voz de todos, porque obvian a otras decenas de artistas cubanos -muchos con una sólida obra que mostrar- que no comparten algunos o todos sus postulados.
  • Al pretender incluir en el debate a instituciones fuera del ámbito cultural, como los Ministerios del Interior y de Justicia, automáticamente queda reducida aun más esa supuesta representatividad. Quienes exigen de esta forma no son mi voz, ni tampoco la de miles de cubanos, seamos artistas o no.
  • De hecho, más que un grupo, estamos frente a una construcción heterogénea de intereses y reclamos. Algunos justos y necesarios, otros con un origen en la mentira y el oportunismo. Y con esos últimos es con quien no existe opción de conversar. Mostrar ahora al Gobierno como responsable del cierre de ese camino con todos es otra manipulación.
  • Si existe una real voluntad de encauzar las ideas, ¿por qué exigir la inclusión de personas que no han mostrado respeto por los símbolos del país o sus instituciones? O peor todavía, que mantienen vínculos o apoyan actividades terroristas. ¿Por qué pretender que Cuba legitime el delito y la indecencia? Por ahí, ¿a qué camino se llega?
  • La Revolución no tiene por qué sentarse de igual a igual con quien recibe orientaciones y dinero de una nación extranjera; tampoco con quienes apoyan la desestabilización y el desgobierno en contra de la mayoría. La Patria, la dignidad, el decoro y la ética no son negociables.
  • En Cuba no existen desaparecidos ni procesos penales arbitrarios o fuera de la ley. Exigir «garantías y protección» para quienes participen en el diálogo es sembrar de manera implícita una idea que no forma parte del actuar del Gobierno.
  • La participación de los miembros elegidos por quienes piden diálogo sí debería ser negociable, en primer lugar por ellos mismos. Darse representantes capaces de sostener su verdad con el Sol en la frente sería una excelente muestra de decoro y legitimidad.
  • Ya el Presidente cubano dialogó con los jóvenes durante la tángana de El Trillo, un espacio público y abierto. Allí también cantó algunos versos claves para entender el presente: “Vivo en un país libre / cual solamente puede ser libre / en esta tierra, en este instante”.
  • También conversa a menudo con la juventud durante sus recorridos por las provincias, muchísimas veces en las calles. Exigir su presencia como condición para conversar ahora rebasa los marcos de los intereses de un pequeño grupo. No obstante, un mejor encuentro sería ese donde verdaderamente esté representado el resto de la sociedad civil, con todos sus matices y sin injerencias. Nuevamente, quienes se manifestaron en el Mincult y los que dieron perreta en San Isidro no son Cuba y su gente.
  • ¿Cuándo los medios de la «prensa independiente» nos han dado posibilidad de réplica a quienes pensamos distinto? O peor aun, a quienes llevamos argumentos para desmentir algunas de sus publicaciones. ¿Ellos escuchan este otro disenso?
  • ¿Por qué esos mismos medios presentan a lo sucedido en San Isidro asociado a una construcción romántica de ideas como la libertad, la creación artística y la lucha contra el “totalitarismo”? ¿Qué pretenden con esa estrategia? La búsqueda de empatías, ¿hacia quién se dirige y por qué?
  • Los jóvenes reunidos el 27 de noviembre frente al Ministerio de Cultura fueron quienes ejercieron su derecho y pidieron dialogar. Es un reclamo que debe ser respetado, como tantas veces ha demostrado la Revolución, siempre que sea honesto y constructivo. Que ahora un grupo de personas condicione el debate a exigencias mayormente irrealizables y fuera de lugar, no solo es una burla a la legitimidad de quienes solicitaron explicaciones, sino que también significa una posición de fuerza que no llega a ningún sitio.
  • Finalmente, ¿hasta qué punto son «inocentes» ese grupo de exigencias que a todas luces buscan la confrontación? ¿Realmente no esperaban sus redactores la dignidad cubana, puesta a prueba y demostrada siempre? ¿Será acaso un paso más en toda esta campaña? Ahora qué viene, ¿llamados a nuevas protestas, con sus dosis de otras exigencias? ¿Cuándo se incorporará al show el pedido de «elecciones libres?

Nuevamente, bienvenido el diálogo inteligente y responsable, con la ética a flor de piel y la verdad en el centro. A ese es al que está abierto un país, con todos. Pero aquí el encuentro oportunista, dado al irrespeto y a la imposición, jamás ha encontrado prosperidad. Hace mucho tiempo Cuba sabe separar la paja del grano, y conoce también cómo lidiar con lobos con piel de cordero.

Fuente: Cubadebate

Por REDH-Cuba

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