Por su historia, por la construcción de un socialismo a la cubana y por su labor internacionalista, Cuba es merecedora de apoyo y solidaridad. Nadie dude, que, como dijera Martí, ‘en Cuba son más los montes que los abismos: más los que aman que los que odian’. En el mundo también.


A partir del domingo 11 de julio Cuba ha sido el blanco de una renovada, intensa y sofisticada operación de guerra cibernética, a la par de la campaña de intoxicación (des)informativa de los medios de difusión masiva cartelizados, de las noticias falsas (fake news), del uso de cuentas ‘influenciadoras’ y de ONGs como herramientas de infiltración en la sociedad, dirigida a desestabilizar de manera caótica y violenta a la isla, y cuyo objetivo principal es justificar una injerencia militar de Estados Unidos bajo la pantalla de una ‘intervención humanitaria’ colectiva, con apoyo de sus ‘socios’ europeos de la OTAN y algunos gobiernos reaccionarios de América Latina.

En la coyuntura, las acciones encubiertas de la nueva administración de Joe Biden y Kamala Harris se inscribieron en el marco de la Guerra No Convencional del Pentágono, una guerra irregular, asimétrica, prolongada y de desgaste, con eje en una ‘estrategia de espectro completo’ que abarca una política donde lo militar (incluidas la inteligencia, las operaciones psicológicas, la guerra híbrida, la ciberguerra, el terrorismo, el sabotaje), lo económico, comercial y financiero (el bloqueo genocida y las sanciones y leyes de alcance extraterritorial como la Torricelli y la Helms-Burton), lo social, lo mediático y lo cultural (en lenguaje orwelliano, el uso de la consigna ‘Patria y Vida’ en contraposición a la simbólica frase de Fidel, ‘Patria o Muerte’, pronunciada el 5 de marzo de 1960 en el sepelio de las víctimas de las explosiones en el buque mercante francés La Coubre en el puerto de La Habana), tienen objetivos comunes y complementarios.

Las llamadas guerras de cuarta generación requieren del control y la conversión instrumental de los medios de difusión masiva (radio, televisión, prensa escrita) en armas de la guerra psicosocial global, en combinación con las redes informáticas, tanto físicas (fibra óptica, cables, computadoras y dispositivos electrónicos para el tráfico y generación de información) como sociales, para ser utilizados como herramientas para la difusión de matrices de opinión elaboradas en los sótanos del Pentágono y la Agencia Central de Inteligencia (CIA).

La dimensión humana es la esencia misma de la guerra irregular. Para la Guerra No Convencional, entender la cultura local (identidad, percepciones, valores, creencias del país objetivo, Cuba en este caso), así como los factores políticos, económicos, sociales y religiosos, son cruciales para desarrollar actividades de subversión y espionaje.

Para tal fin, desde 2007 la CIA consideró prioritario garantizar el acceso a Internet en Cuba, sin el control del gobierno ni de las empresas cubanas de telecomunicaciones, y envió a la isla agentes encubiertos y asesores provistos con teléfonos celulares y laptops, y estableció 10 equipos BGAN (Broadband Global Area Network), lo que le permitió establecer redes ilegales de comunicación para la transmisión de datos.

En 2011 Estados unidos creó una red social clandestina similar a Twitter llamada ZunZuneo, impulsada por mensajes de texto, tanto para probar el control tecnológico como para provocar a los jóvenes a manifestarse contra el gobierno cubano, similar a las ocurridas durante la llamada ‘Primavera Árabe’.

En 2018, siguiendo las instrucciones del expresidente Donald Trump, se creó la llamada Fuerza de Tarea de Internet para Cuba (o Grupo Operativo de Internet para la subversión en la isla), subordinado al Grupo de Acción Política (GAP), que forma parte del Centro de Actividades Especiales, una división de la CIA que entre otras misiones realiza análisis basados en el Big Data, procesa perfiles de los sujetos de interés y elabora planes de acción que son enviados a la Fuerza de Tarea para su ejecución.

El Grupo Operativo de Internet contrata los denominados netcenters y reúne a decenas de cibersicarios y haters (hostigadores a través de las redes sociales), verdaderos mercenarios que realizan campañas de descrédito o ‘asesinatos del carácter’, cívico o de la reputación de personas, mediante campañas de rumores, noticias falsas y ‘chismes’, y de la manipulación de materiales digitales, fotos, conversaciones grabadas, correos electrónicos y el robo de contraseñas para suplantar identidad.

Por deshumanizado que sea, nada detiene a los asalariados de la CIA que siguen los guiones elaborados en los laboratorios de guerra psicológica de la Fuerza de Tarea, lo que guarda un gran paralelismo con el ‘capitalismo de vigilancia’ descrito por Shoshana Zuboff a escala mundial; el ejercicio prepandemia Evento 201 realizado en octubre de 2019 bajo los auspicios del Foro Económico Mundial y la Fundación Gates (que contemplaba la caída de gobiernos y la desintegración de países), y el Gran Reinicio (Great Reset) de los globalistas de Davos.

CIBERATAQUES, GUARIMBEROS Y EL MOVIMIENTO SAN ISIDRO

Como parte del proceso de desestabilización en curso a partir del 11 de julio, los ciberataques orquestados contra sitios web cubanos se ejecutaron con el empleo de direcciones IP registradas en proveedores de servicios de telecomunicaciones de Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Turquía, Alemania y Países Bajos.

Buscaban congestionar, bloquear y/o dañar los canales de comunicación, así como obtener información de valor y tomar el control de los servidores. Dichos ataques afectaron la calidad del servicio de acceso a Internet, motivando molestias e insatisfacciones en los clientes.

Otro objetivo fue hacer colapsar la visibilidad y la credibilidad del gobierno de Miguel Díaz-Canel y sus instituciones (como preveía el ejercicio Evento 201), así como su capacidad para difundir información a través de medios oficiales respecto a la situación real que se vive en la nación.

Los incidentes de ciberseguridad registrados durante un par de días afectaron la disponibilidad de varios sitios web gubernamentales, entre ellos el de la Presidencia de Cuba y el del Ministerio de Relaciones Exteriores; también fueron atacados los pertenecientes a medios de prensa nacionales como los portales del periódico Granma y Cubadebate.

Con epicentro en San Antonio de Los Baños, las minúsculas manifestaciones simultáneas en varias ciudades cubanas, incluida La Habana, en las que junto con agentes provocadores locales al servicio del imperio (guarimberos que generaron disturbios callejeros y toma de instalaciones para inducir a la policía a tomar acciones represivas que a su vez generan la percepción de la violación de los derechos humanos), participaron sectores populares humildes que han sufrido los efectos de la crisis de la pandemia, el bloqueo y las sanciones estadounidenses, y algunos revolucionarios inconformes, insatisfechos y confundidos por la manipulación de las emociones y los sentimientos en las redes sociales digitales, que, activadas por la agenda política de la contrarrevolución, desde el escenario virtual fueron parte de una operación política y de inteligencia que incluyó llamados de odio y a cometer asesinatos y linchamientos. Pero que fueron precedidas por un cuidadoso trabajo de socavamiento simbólico, que buscó carcomer las bases de los vínculos barriales y comunitarios, el sentido común y la moral y el entendimiento colectivos, bombardeados desde los medios masivos de transmisión de datos e imágenes.

La estrategia de ‘cambio de régimen’ del Pentágono y la CIA se alimenta de criminales medidas unilaterales de carácter económico, comercial y financiero, encaminadas a provocar escasez y limitar el acceso a recursos, medicinas y alimentos, agudizadas por las 243 ‘sanciones’ ilegales que implementó Trump durante su gobierno y la irrupción de la pandemia de Covid-19, que en los últimos meses generó una crisis sanitaria; a los que se suma un subdesarrollo estructural que no ha sido posible superar.

Propia del terrorismo mediático y afín a los manuales de las ‘revoluciones de colores’ (o golpes suaves), una imagen distorsionada de ingobernabilidad, como la que de manera intencional y deliberada utilizó la ONG Artículo 19 para golpear al gobierno cubano, haciendo pasar una marcha en Egipto como si fuera en el malecón de La Habana, se sumó a las mentiras y manipulaciones de paraperiodistas occidentales y al uso intensivo de robots, algoritmos y cuentas recién creadas para la ocasión (las llamadas ‘granjas de bots y trols’).

El gobierno de Estados Unidos estuvo implicado de manera directa a través de una campaña mediática en Twitter, que contó con recursos multimillonarios, laboratorios y sofisticadas plataformas tecnológicas instaladas en territorio estadounidense, en particular en Miami, asiento de la industria de la contrarrevolución otrora controlada por la Fundación Nacional Cubano Americana de Jorge Mas Canosa, y enquistada, hoy, en el Congreso, vía el senador demócrata por New Jersey, Robert (Bob) Menéndez y los republicanos Marco Rubio, Ted Cruz y Lindsey Graham.

Financiados por la Agencia Internacional para el Desarrollo de Estados Unidos (Usaid), la Fundación Nacional para la Democracia (NED, por sus siglas en inglés), ambas tapaderas de la CIA, y fundaciones como la Red Atlas (Atlas Network, que tiene entre sus mayores contribuyentes a los hermanos Koch y la Exxon-Mobil) y la Open Society de George Soros, otros sectores clave en la guerra cultural fueron los de la farándula y el de la industria de la música hip-hop cubana, así como la captación de raperos para condicionar culturalmente a las generaciones jóvenes e incitarlas al ‘cambio de régimen’ en la isla.

Las etiquetas #SOSCuba y #CorredorHumanitario fueron usadas extensamente por mercenarios cibernéticos junto con la canción ‘Patria y Vida’ (en lenguaje orwelliano, Anexión y Odio), catapultada por los activistas del Movimiento San Isidro como ‘himno’ de los ‘espontáneos’ manifestantes, algunos de los cuales enarbolaban banderas de Estados Unidos.

La soberanía y la autodeterminación de Cuba deben ser resueltas por los cubanos. La historia reciente demuestra que la guerra híbrida solo se derrota con pueblo movilizado. Quienes hemos seguido al proceso cubano desde la gesta del Granma, la guerra de liberación nacional de Fidel Castro y los barbudos en la Sierra Maestra y el trabajo clandestino del Movimiento 26 de julio, sabemos que hay que defender a la Revolución sin vacilación, duda, confusión ni condicionamiento alguno.

Por su historia, por la construcción de un socialismo a la cubana y por su labor internacionalista, Cuba es merecedora de apoyo y solidaridad. Nadie dude, que, como dijera Martí, ‘en Cuba son más los montes que los abismos: más los que aman que los que odian’. En el mundo también.

Carlos Fazio. Periodista uruguayo radicado en México. Colaborador habitual del diario La Jornada y corresponsal del semanario Brecha, de Montevideo. Ha sido consultor de Unesco y Unicef, y director de la Agencia Latinoamericana de Servicios Especiales de Información (Alasei). Miembro del Capítulo México de la Red de Intelectuales en Defensa de la Humanidad. Conferencista y ha dictado cátedras en universidades de México, España, Canadá y Francia.

 

Por REDH-Cuba

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