Al menos en tres frentes la derecha continental arreciará sus embates mediático-histriónicos durante los meses venideros para asegurarle a los poderes fácticos capacidad de control, acceso a los recursos naturales y garantías en el pago de las deudas: 1) culparán a las víctimas por todos los males que las aquejan; 2) expandirán la sociedad del espectáculo judicial, y 3) hurgarán en la vida privada de líderes y organizaciones sociales para criminalizar su origen, logros y aspiraciones. Ya cacarean reformas laborales, fiscales y políticas. Es decir, más de lo mismo pero empeorado. El Grupo Clarín, con O Globo, Mercurio, Televisa y demás latifundios mediáticos, orquestan las nuevas sinfonías de violencia simbólica. Nada de eso eclipsa algunos logros.

Veremos en el tinglado mediático un desfile variopinto de jueces e histriones armados con denuncias y sospechas (mayormente carentes de pruebas). Arengarán el fracaso del progresismo latinoamericano que no ha sido capaz de atender las necesidades de los electores; veremos todo género de gesticulaciones antidemocráticas para poner bajo sospecha las capacidades intelectuales de los pueblos a la hora de elegir a sus representantes y, tras ello, veremos a la moralina conservadora agitar peroratas pontificias sobre lo que más conviene para salvar al neoliberalismo reseteándolo todo. Por las bases, los pueblos luchan de otro modo.

Argentina, por ejemplo, es un laboratorio crudelísimo convertido en caja de resonancia de Brasil y de Perú. Es una mascarada de la doble moral y el doble discurso deambulando con naturalidad entre la confusión inducida. Los poderes fácticos apelan a la crítica de bolsillo mientras depredan el poder adquisitivo entre carestías desaforadas y derrumbes salariales. Su moraleja es: te va mal porque eliges mal. Tratan de esconder la desesperación de una derecha que sólo cuenta con títeres judiciales y agencias de publicidad para enfrentar su vacío de ofertas y de discursos electorales. Todo depende del éxito de las calumnias y de cierto margen porcentual de electores resignados a promesas míseras que serán incumplidas meticulosamente. La derecha anhela continuar el saqueo de los recursos energéticos, hidráulicos y turísticos (sin estorbos populistas), además de regalar la mano de obra que en su depreciación descomunal (en tiempos de progresismo también) se hunde en descreimientos, decepciones y desesperaciones.

Su calendario mediático tiene marcadas las fechas que se le antojan al Fondo Monetario Internacional. Entregarán sumas inmensas, mientras las penurias llegan inclementemente. En la agenda de las fuerzas progresistas no aparece, con la contundencia que se vive, el arsenal de penurias que agobian a la clase trabajadora y, para colmo, las habilidades comunicacionales de las fuerzas, con inspiración popular, siguen siendo una debilidad en más de un caso, rayana en sospechosa, tanto para defenderse como para las contraofensivas que urgen.

Todas las ambiciones de poder están marcadas por el servilismo a los fondos buitres que no sólo no han mermado influencias, sino que han incrementado sus ganancias a precio de usura desaforada. No importó la pandemia ni importa la crisis económica desatada por el conflicto bélico en Ucrania; bien por el contrario, han aprovechado la coyuntura para exacerbar ganancias y discursos arrinconando a las democracias del subdesarrollo para agenciarse poderes y posiciones con acento ultraderechista y xenófobo. La creatividad propagandística de los mass media se regodea en los errores y las limitaciones gubernamentales de corte popular y las invectivas mediáticas oligarcas se adueñan del malestar social para acicalarse como salvadores en el albañal de penurias de las que fueron y son causantes directos. Espejismos y aberraciones a granel.

No contamos con una carta democrática para la comunicación ni contamos con organizaciones internacionales, de base, capaces de enfrentar las arremetidas de la plusmentira cargadas con fake news o fake books, como es la moda en la posverdad. No hay iniciativas para confrontar la “ operación cóndor mediática” que se acicala con tecnologías digitales y metodologías neuropublicitarias, tal cual proclama la Organización del Tratado del Atlántico Norte en su guerra cognitiva, que elige el cerebro de los pueblos como campo de batalla predilecto. No está en la agenda de las organizaciones políticas el nudo gordiano de la guerra mediática y no se ven planes de empoderamiento comunicacional popular para enfrentar a la manipulación simbólica recargada que se anuncia en las campañas nacientes. Una estética de la resignación se cocina en los calderos de la decepción y las derechas apuestan por una democracia del sálvese quien pueda con ellos disfrazados de mesías en el centro de la escena electoral. Mientras la revolución de la conciencia va… pero va lenta. Un solo mundo con sus voces múltiples silenciadas.

Fernando Buen Abad, Director del Instituto de Cultura y Comunicación y Centro Sean MacBride de la Universidad Nacional de Lanús

Fuente: La Jornada

 

Por REDH-Cuba

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