Su historia ha revelado, para todos, el nexo profundo entre la independencia, la unidad y la lucha contra los trusts.

Jean Paul Sartre

Hace poco más de un año, el 30 de junio de 2022, en una ceremonia de categoría internacional —que tuvo lugar en Kinshasa, República Democrática del Congo—, fue enterrado un diente. El acto al que me refiero —encabezado por el presidente del país y otras figuras de alta jerarquía— fue precedido por un aluvión de noticias que, desde meses antes, preparó el terreno de la opinión pública para lo que ese día habría de suceder.

De esta manera, la ocasión fue —a la misma vez— espectacular e insólita pues, a fin de cuentas, ¿por qué enterrar un diente? ¿cuál grado de relevancia debe de merecer una persona para que una pequeña pieza de su cuerpo movilice tal nivel de atención? ¿cómo leer los relatos de una ocasión semejante? ¿hasta dónde llevar los análisis?

II

Retroceder en el tiempo nos conduce a los varios momentos en los cuales —con base en los testimonios de Gerard Soete— brotó la noticia de esta pieza dental. Soete, funcionario belga que en 1961 cumplía el encargo de organizar la policía de Katanga, región secesionista de la República Democrática del Congo, hizo pública la noticia de que poseía un diente extraído del cadáver del líder congolés Patricio Lumumba.

En entrevista para la agencia francesa de noticias AFP, el antiguo funcionario no sólo confesó haber sido testigo presencial del asesinato del antiguo Primer Ministro del país, Patricio Lumumba (ejecutado junto a sus colaboradores Joseph Okito, Primer Vice-presidente del Senado, y Maurice Mpolo, Ministro de la Juventud y Deportes), sino que también expuso su papel como la persona encargada de desmembrar el cadáver y hacerlo desaparecer en un tanque de ácido.

El testimonio expone el cuadro de esa noche en la que el empleado colonial se encargó de cortar los cuerpos con par de sierras eléctricas (es interesante que recordara que le costó más trabajo el cuerpo de Lumumba, troceado en 34 porciones), los sumergió en ácido y dispersó, al siguiente día, los pocos fragmentos de hueso que sobrevivieron a la fuerza destructiva de la reacción química.

La intención que justificaba el acto era impedir que la existencia del cuerpo del político asesinado resultase útil para la movilización de sus seguidores; la inexistencia del cuerpo debía contribuir a la desarticulación de cualquier resistencia.

En ese momento, tanto como trofeo de guerra que como prueba (de haber estado ahí y cumplido la orden) Soete conservó dos dientes de Lumumba, uno de los cuales se dice que resultó dañado durante la extracción. Poco después, en el documental titulado Una muerte de estilo colonial. El asesinato de Patricio Lumumba, el antiguo policía vuelve a contar la historia, en esta ocasión ante cámara y con sonrisas incluidas, de cómo se encargó de la desaparición de los cuerpos.

Este episodio de la ejecución y desaparición del cuerpo —que   transcurre entre la noche del 17 de enero de 1961 y la mañana siguiente en un bosque de Katanga, epicentro del movimiento sesesionista que el líder asesinado había tratado de enfrentar— constituye para el investigador Ludo De Witte, autor del libro The assassination of Lumumba: “uno de los más importantes asesinatos políticos del siglo XX”.

Si bien la cantidad de crímenes políticos del siglo pasado (e incluso de este que ahora corre) conforma una lista que estremece, lo particular del caso estuvo —en primer lugar— en que se trató del Primer Ministro electo de un país que, al mismo tiempo, obtenía su independencia. En segundo, porque resultó ser una gran figura política depuesta, apresada, des-protegida, torturada, ejecutada y denigrada con participación, apoyo y/o complicidad (expresa o tácita) de representantes de gobiernos extranjeros u organismos internacionales. Tercero, por el hecho de ser ya una personalidad clave en el panafricanismo de la época y por ocupar un lugar de alta relevancia, responsabilidad, impacto y posibilidades para generar o acelerar cambios en uno de los países fundamentales para el continente, las luchas anticoloniales y, en general, el pensamiento y acción anti-imperialistas.

Van a pasar décadas hasta que en 2016 la policía belga registre la casa de Soete (fallecido en el año 2000) y encuentre ese diente que el agente policial guardó como su trofeo de guerra personal, más tarde heredado por su hija.

En fecha más cercana, el 20 de junio de 2022, en una ceremonia oficial en Bruselas, capital de Bélgica, Alexander de Croo, primer ministro de la antigua metrópoli, declara que: “”El gobierno belga denuncia sin ambages la colonización, como sistema de gobernanza e ideológico”. En la ceremonia, a la que asiste —además de la familia de Lumumba, el primer ministro congolés—  de Croo ofrece oficialmente disculpas y hace entrega, a los hijos de Lumumba, del ataúd que entonces es llevado a la embajada de la República Democrática del Congo. Allí, luego de una peregrinación de varios días para que el pueblo congolés pudiese rendir homenaje al líder asesinado, los restos de Lumumba son enterrados en Kinshasa el día 30 de junio de 2022.

III

¿Es un cierre, un término, o acaso el inicio de algo que aún no imaginamos, la posibilidad de una transformación radical? La discusión al respecto es abundante pues, ¿cómo “cerrar” historias coloniales sin acompañar el gesto de comienzo contenido en el acto de reparación? ¿cómo entender que una historia de violencia, discriminación, explotación y saqueo concluye si no existe, en punto alguno, el momento general dedicado a reparar? No curación parcial, sino reparación que iguale.

Si algo torna aún más inacabada la historia es que, si bien en las palabras pronunciadas durante la ceremonia de entrega del resto, el primer ministro De Croo reconoció la “responsabilidad moral” de Bélgica en la muerte de Lumumba y el Rey Felipe “el más profundo pesar por las heridas del pasado”, ello no es vinculante en el sentido de que no implica la apertura de un proceso legal que identifique responsabilidad criminal conducente a castigo ni tampoco obligación de ofrecer reparaciones.

IV

Entre los tantos vectores para el asesinato de Lumumba uno, habitualmente repetido, deriva del discurso pronunciado por el flamante primer ministro congolés, el día 30 de junio de 1960, en ocasión de la declaración de independencia y justo a continuación de las palabras del entonces rey Balduino belga y de Joseph Kasa-vubu, presidente congolés. El discurso solicitaba la colaboración desinteresada de la antigua metrópoli con palabras en las que se avisaba que la nación que inauguraba su independencia iba a buscar el cambio con el apoyo no sólo de, según expresa la siguiente cita: “nuestra tremenda fuerza y nuestras inmensas riquezas, sino también en la ayuda de muchos países extranjeros cuya colaboración aceptaremos siempre si es sincera y no busca forzar en nosotros cualquier política del tipo que sea.”

Esto iba a resultar posible porque finalmente Bélgica había reconocido “en qué dirección se estaba moviendo la historia”; una Bélgica preparada para “ofrecernos su ayuda y su amistad”, en una relación contractual entre dos países “iguales e independientes” que los beneficiaría a ambos.  El fragmento siguiente ejemplifica la fusión de esperanza y memoria, dolor y posibilidad propia del cambio en una situación colonial:

“¿Podríamos olvidar nosotros, que conocimos el trabajo extenuante a cambio de salarios que no nos permitían calmar nuestra hambre, vestir y habitar con dignidad, educar a nuestros hijos como a seres queridos? Hemos sido víctimas de burlas, insultos, azotes, y debíamos sufrir  mañana, tarde y noche porque éramos “negros”. ¿Quién olvidará que al negro se le tuteaba, no porque fuese considerado un amigo, sino porque el honorable “usted” quedaba reservado únicamente para los blancos?

Hemos visto saquear nuestras tierras bajo los términos de lo que, supuestamente, era la ley de la tierra, pero sólo constituía el reconocimiento de los derechos del más fuerte. Hemos aprendido como la ley era completamente distinta para blancos y para negros, acomodaticia para los primeros, cruel e inhumana hacia los segundos.”

V

A la luz de lo sucedido, de la justicia que aún espera y de las luchas -por alcanzar el pleno y auténtico control de sus recursos económicos- de aquellos países que fueron colonias, ¡qué terrible y qué triste la línea en la cual Lawrence Devlin (el jefe de la estación CIA en Kinshasa durante aquellos tiempos), haciendo referencia a Lumumba, le comunicó a su superior, Allen Dulles,  su temor a que hubiese poco tiempo para “evitar otra Cuba”!

A la misma vez, ¡qué poderosa imagen poético/política la ofrecida por Jean Paul Sartre al término del ensayo que dedica a Fanon y Lumumba —en el volumen Situations, V—y donde también, aunque con intención absolutamente opuesta, se produce una mezcla entre los caminos de anticolonialismo, antimperialismo, soberanía e independencia abiertos por Lumumba y Fidel Castro:

“La concentración capitalista vencerá progresivamente las feudalidades, unificará a los explotados, se darán todas las condiciones del castrismo. Pero los cubanos honran la memoria de Martí, que murió a fines del siglo pasado sin ver la victoria de Cuba sobre España ni la dominación de la Isla por el imperialismo de los Estados Unidos. Y el Castro congoleño, dentro de algunos años, si quiere enseñarle a los suyos que la unidad se conquista, recordará a su primer mártir, Lumumba.”

Luego de esta hermosa construcción de un punto de encuentro -para todos los procesos anti-coloniales y antimperialistas- que Sartre nos propone, elijo terminar con par de fragmentos que tomo de la última carta que Patricio Lumumba escribiera a su esposa Pauline:

“No estamos solos. África, Asia y los pueblos libres y liberados en cada rincón del globo estarán por siempre del lado de los millones de congoleses que no abandonarán la lucha hasta el día en que no haya más colonizadores y más de sus mercenarios en nuestro país. Quiero decirle a mis hijos, a quienes dejo detrás y quizás nunca vuelva a ver, que el futuro del Congo es hermoso y que su país espera de ellos, como espera de cada congolés, que cumplan con la sagrada tarea de reconstruir nuestra independencia, nuestra soberanía; porque sin justicia no hay dignidad y sin independencia no hay hombres libres.”

Llegará el día en que hablará la historia. Pero no será la historia que se enseña en las Naciones Unidas, Washington, París o Bruselas; sino que será la historia  enseñada en los países que se han liberado por sí mismos del colonialismo y de sus títeres. África escribirá su propia historia y tanto en el norte como en el sur del Sahara será una historia llena de gloria y de dignidad.”

¿Qué decir que no sea dar las gracias por tanta posibilidad?

Allí nos vemos.

Bibliografía (mínima)

De Witte, Ludo. The assassination of Lumumba. London: Verso, 2001.

Gerard, Emmanuel y Kuklick, Bruce. Death in the Congo. Murdering Patrice Lumumba Cambridge, Massachusetts: Harvard University Press, 2015.

Lumumba Speaks. The speeches and writings of Patrice Lumumba,1958-1961. Boston-Toronto: Little, Brown and Company, 1972.

Nzongola-Ntalaja, Georges. Patrice Lumumba. Athens, Ohio:  Ohio University Press, 2014.

Sartre, Jean Paul. El pensamiento político  de Patricio Lumumba. En: Pensamiento Crítico, Habana, nº 2-3, marzo-abril de 1967.

Sartre, Jean Paul. Situations, V. París: Gallimard, 1964.

Fuente: Cubaperiodistas

Por REDH-Cuba

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