Significado histórico, político e ideológico de una hazaña educacional sin precedentes.

Al margen de las consideraciones educacionales o puramente pedagógicas que puedan hacerse sobre la Campaña de Alfabetización lanzada y culminada exitosamente por el Gobierno Revolucionario de Cuba a lo largo del año 1961, -mismo de la proclamación del carácter socialista de la Revolución y de la derrotada invasión mercenaria de Playa Girón,- la hazaña educacional que ella representó tiene, por sobre todos sus demás elementos, un profundo significado histórico, político e ideológico dentro del proceso de transformaciones integrales que llevaban a cabo las fuerzas patrióticas, democráticas y socialistas a partir del triunfo del 1º de enero de 1959.

Únicamente comparable, -a nuestro juicio,- con el proceso de creación y organización de las Milicias Nacionales Revolucionarias donde se entregó las armas al pueblo, entrenándolo militarmente y poniendo en sus manos, como hasta hoy, la defensa armada de la obra revolucionaria frente al enemigo imperialista yanqui y la contrarrevolución por esta sustentada y financiada. Esta fue también una hazaña sin precedentes: armar al pueblo para defender su Revolución.

Armar al pueblo simultáneamente, en el brazo y en la mente, fue una muestra palpable del apoyo popular y de la confianza en las mayorías, que estaban siendo beneficiadas ya por las medidas iníciales y mostraban su disposición de dar la vida si era preciso en aras de la nueva sociedad que se construía con tantos sacrificios y esfuerzos y en medio de la agresión y el terrorismo auspiciado por la ceguera, la frustración y la criminalidad del Imperio.

La alfabetización de la población era, por tanto, imprescindible para el fortalecimiento político e ideológico de la Revolución, para la consolidación de la unidad y el eventual surgimiento de la organización política unitaria y de vanguardia, de las organizaciones de masas, de un sistema de gobierno y de Poder Popular y para el cumplimiento de las muchas tareas  aun pendientes en lo económico, productivo y social bajo la consigna esgrimida por Fidel Castro y que aún perdura: “No le vamos a decir al pueblo, cree; vamos a decirle, lee”.

En ella se resume la necesidad y la urgencia de la alfabetización para poder continuar avanzando con la obra revolucionaria y su defensa. La campaña de alfabetización no fue una casualidad, fue un compromiso y una necesidad, una tarea impostergable que continuó bajo la invasión mercenaria. No fue por gusto que los mercenarios hicieran prisioneros y consideraran como enemigos a los jóvenes alfabetizadores, -niñas y niños, en la zona del desembarco.

La Campaña de Alfabetización, encabezada personalmente por Fidel y el entonces ministro de educación doctor Armando Hart Dávalos, fue asesorada y diseñada por los más importantes y destacados pedagogos del país desde el punto de vista técnico-pedagógico y con rigor científico exigente, al extremo de convertirse en los cimientos del exitoso método cubano “Yo si Puedo”, que hoy utiliza y recomienda la UNESCO con alcance universal. No fue fruto de la improvisación ni de un dislocado entusiasmo.

La Campaña de Alfabetización se organizó como un extraordinario movimiento de masas hasta las mismas bases, contando don 1000,000 jóvenes en la brigadas “Conrado Benítez”; 120.000 alfabetizadores populares, 14,000 brigadistas “Patria o Muerte” y 35,000 maestros de los distintos niveles de enseñanza.  Fueron  en total una fuerza de 300,000 educadores que alfabetizó en un año a 700,000 personas, -tanto en las ciudades como en los campos más remotos,- y redujo el índice de analfabetismo al 3 por ciento o aun menos.

La campaña de Alfabetización tuvo sus héroes y tuvo sus mártires. El enemigo imperialista no desconocía su significado y palpaba también lo que sería su culminación triunfal para la Revolución y su futuro, decidiendo por ello combatirla a sangre y fuego por los métodos más criminales. Las bandas contrarrevolucionarias asesinaron al alfabetizador popular Delfín Sen Cedré, ahorcado en Quemado de Guines, Las Villas y también al joven brigadista Manuel Ascunce Domenech y a su alumno, el campesino Pedro Lantigua, en una zona rural de Trinidad, Las Villas.

El 22 de diciembre de 1961 Cuba fue declarada Territorio Libre de Analfabetismo y, de este modo, emergió victoriosa la campaña que desde ese mismo momento fue la raíz nutricia del colosal Plan de Becas que abarcó a cientos de miles de jóvenes en todo el país y que en estos momentos se expresan en los también miles de científicos, médicos, ingenieros, maestros, técnicos de todas clases, hombres y mujeres de ciencia y de pensamiento que son el sustento y aseguran el porvenir de la Revolución dentro del curso interminable de varias generaciones.

Sin dudas, la alfabetización en Cuba fue mucho más que cartillas, libretas y lápices.

Por REDH-Cuba

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