René Girard (1923-2015), pensador y filósofo francés, el mayor sabio que he conocido en mi vida, que estuvo con teólogos de la liberación en Brasil en 1990, dedicó gran parte de su vasta obra a estudiar la violencia, especialmente la necesidad que tiene una sociedad de crear un chivo expiatorio (ver El chivo expiatorio, 1982).

                Mediante ese mecanismo del chivo expiatorio, la población es llevada a descargar la corrupción que está difusa y concentrada en los grandes corruptos y corruptores sobre las espaldas de uno solo, el del PT, con la finalidad de esconder la propia corrupción. Con ello, toda la sociedad pasa a olvidar a los reales corruptos, y a pensar que la corrupción está solamente en el PT, en el cual se descarga toda la rabia y el odio. Se crea de este modo el chivo expiatorio, ya testimoniado en la Biblia: los hebreos cargaban sobre un chivo todos los pecados y malas acciones del pueblo y lo enviaban al desierto para expiarlas hasta morir de hambre. Casi todas las sociedades hacían algo similar.

Entre nosotros hubo un tiempo en que el chivo expiatorio eran los subversivos, después los comunistas (continúan siéndolo, aún hoy), luego los jóvenes negros de las favelas –supuestamente ligados al crimen y a las drogas–, los gays y los/as LGBT. Sobre todos ellos se transfiere la violencia implícita en la sociedad. En este momento, el chivo expiatorio es el PT y Lula. En ellos se pone toda la corrupción, aunque casi todos los partidos –algunos, más que el PT–, han participado de la corrupción.

Con el apoyo del aparato represivo del Estado, de buena parte del Ministerio Público –sin excluir a parte del propio STF–, de la clase media, y especialmente de los medios de comunicación privados, se hizo esta selección con respecto a la corrupción. Se le achaca al PT toda la culpa de los males actuales de Brasil, cuando los principales causantes se esconden tras el chivo expiatorio.

Pero lo que verdaderamente está detrás del anti-petismo, bajo el pretexto de combatir la corrupción, es el odio al expresidente Lula, un obrero que logró llegar al centro del poder. La clase dominante y las oligarquías tradicionales, herederas de la mentalidad de la Casa Grande, jamás aceptaron que alguien de la Senzala llegase al Planalto [la meseta en que está contruida Brasilia, el Gobierno de la Unión]. Cultivaron y siguen cultivando odio y desprecio por los pobres, otrora vertido sobre los esclavos. ¿Cómo puede un pobre frecuentar el mismo espacio social que ellos: en la escuela, en la universidad, en los centros comerciales, en los aviones?

Éstos eran espacios de exclusividad de los adinerados, que vivieron siempre de privilegios, sin sentido de la igualdad de todos, base de cualquier democracia, de aquellos que nunca reconocieron humanidad y dignidad en los pobres y negros y negras, sin hablar de los indígenas y quilombolas [esclavos negros huidos que vivían en aldeas libres, los quilombos].

Ahora, ese odio, latente en las oligarquías, y asumido, en parte, por la clase media asustada, ha contaminado, no sin ayuda de las iglesias neo-pentecostales televisivas, a una parte de la población pobre.

Aquí reside la raíz primera del anti-petismo. Hay odio y rabia reprimidos en personas que se dicen “de bien” y se confiesan cristianas. Es un cristianismo meramente cultural, de fachada, pero éticamente anti-cristiano.

Los medios de comunicación empresarial que nunca se han llevado bien con la democracia y que nutren un soberano desprecio por el populacho, la gentuza o esa ralea de gente –en la expresión técnico-provocativa de Jessé Souza–, han jugado un papel decisivo en la difusión del anti-petismo y del odio.

Para el anti-petismo han valido todos los medios. Basta ver los blogs, los twitters y los facebooks, sin hablar del incontrolable medio de WhatsApp que creó redes de difamación y fake news contra el PT y el candidato Haddad. Ahora sabemos que hubo millones de mensajes falsos financiados por empresas privadas, lo que según la nueva legislación es un crimen de caja dos.

Pero esta es la lógica de la política regida por el concepto del chivo expiatorio, política de odio y de agresión al otro. Así como se da el bulling en las escuelas, ahora el bulling colectivo es contra el PT. Pero hay que resistir a esa ignominia. La sociedad entera debe hacer una revisión de sus anti-valores, de su corrupción cotidiana.

El Sindicato de los Procuradores de Hacienda (SINPROFAZ) relata que hasta el día 18/9/2018 han sido defraudados a Hacienda cerca de 450 mil millones de reales particularmente por las grandes empresas. En los últimos 10 años dejaron de pagar 1,8 mil millones de reales, unos 480 millones de dólares. ¿No es la gran corrupción? ¿Quién va contra ella? ¿Qué hace el Ministerio Público y el propio STF (Supremo Tribunal Federal de Brasil)?

Con que una parte de esta deuda fuese cobrada, no se necesitaría una reforma de la Seguridad Social. Es más fácil y cómodo crear un chivo expiatorio, el PT, y de esta manera ocultar la corrupción extendida en la sociedad, hasta en el cotidiano soborno a policías de tráfico.

Rechazamos esta lógica del chivo expiatorio por ser selectiva, injusta, inhumana y profundamente anti-ética, como denunciaba siempre René Girard.

Por REDH-Cuba

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