Cada año, el 21 de septiembre, se celebra en todo el mundo el Día Internacional de la Paz. La Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), ha declarado esta fecha como el día dedicado al fortalecimiento de los ideales de paz, tanto entre las naciones y los pueblos, como entre los miembros de cada uno de ellos.
Sin embargo, pese a los esfuerzos que realizan los pueblos por vivir en paz, cada día el mundo resulta ser un lugar menos pacífico. Las guerras, intervenciones, bloqueos, crisis, la pobreza y el hambre, el cambio climático, las desigualdades económicas y sociales, se recrudecen sin que alguna instancia internacional pueda garantizar el respeto a la vida y el derecho de vivir en paz con libertad, justicia social y dignidad.
En nuestra América, con pesar observamos una nueva escalada de agresiones políticas, económicas, financieras y comerciales que el Gobierno de los Estados Unidos ha desplegado contra todos los proyectos progresistas de la región, particularmente contra las revoluciones de Venezuela, Cuba y Nicaragua, dentro del marco del recrudecimiento de bloqueos genocidas que violan las más elementales normas del Derecho Internacional y las relaciones de respeto mutuo que deben imperar entre los Estados.
Recientemente la administración Trump ha invocado el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) contra Venezuela, y un grupo de países, alineados a los intereses de la Casa Blanca, ha decidido en una sesión del Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA) activar este obsoleto y nefasto instrumento que históricamente ha buscado legitimar intervenciones militares por parte de Estados Unidos, contra los pueblos de América Latina y el Caribe.
La República Bolivariana de Venezuela, conjuntamente con otros Estados de la región – antes lo habían hecho Cuba y México–, el 14 de mayo de 2013 se desvinculó de este infame instrumento de colonización en el que subyacen la agresión y la guerra. Por el contrario, el 29 de enero de 2014, en el marco de la II Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), celebrada en La Habana, las y los jefes de Estado y de Gobierno, conscientes de que la guerra en uno de los países de la región pone en peligro la paz del continente y frena el avance de la unión de nuestra América, proclamaron a “América Latina y el Caribe zona de paz”.
Por su parte, Donald Trump y sus halcones no solo revirtieron importantes aspectos del proceso de normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, iniciados en 2014, sino que han tomado nuevas decisiones para acosar y boicotear la economía de la isla, como es la aplicación de los apartados III y IV de la Ley Helms-Burton –hasta entonces postergados por administraciones sucesivas–, con la que busca inhibir las inversiones extranjeras e imponer procesos judiciales carentes de legalidad y el debido proceso, sin tomar en cuenta la legislación y los legítimos derechos del Estado cubano.
Asimismo, se están desarrollando chantajes e inaceptables presiones hacia empresas navieras, gobiernos de países y, particularmente, establecimientos y autoridades portuarias destinados a asfixiar criminalmente a Cuba, los cuales constituyen una muestra más del carácter imperial-extraterritorial de la política exterior de Washington, que incluye acciones prepotentes y violatorias de las normas elementales del comercio internacional.
En la guerra política que se ha trasladado a los medios de comunicación, Twitter llevó adelante una descarada censura, el día 11 de septiembre de 2019, durante la comparecencia del Presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, al bloquear las cuentas del capítulo cubano de la Red en Defensa de la Humanidad y de decenas de intelectuales, artistas, promotores culturales, funcionarios y medios de la cultura de Cuba, para evitar que se pronunciaran acerca de esa importante interlocución. Muchas cuentas continúan bloqueadas hasta el día de hoy.
En su búsqueda obsesiva de reelección, Trump está desatando guerras comerciales con China, tensiona las relaciones con Rusia, amenaza militarmente a Venezuela y pretende asfixiar la economía socialista que la Revolución cubana ha logrado diversificar y desarrollar con heroicos esfuerzos y una conducta solidaria verdaderamente paradigmática.
Similar amargura vivieron, entre los meses de abril y julio de 2018, los nicaragüenses, quienes se vieron expuestos a un prologado y violento intento de golpe de Estado que pretendió derrocar al Gobierno del presidente constitucional Daniel Ortega Saavedra. Actos vandálicos que costaron la vida a centenares de civiles y partidarios del sandinismo, en que los opositores contaron con el financiamiento directo de Washington y utilizaron a la OEA para intervenir en los asuntos internos de Nicaragua. A los cuales se sumaron presidentes y líderes de la derecha regional.
Por esas razones, el Gobierno ha declarado que “Nicaragua es libre y soberana”, rechazando cualquier gesto proveniente de gobiernos patrones e intentos de tutelaje de la OEA.
Son pueblos hermanos los que en este momento sufren las consecuencias de esta escalada de agresiones desplegadas por el Gobierno de Estados Unidos, y quienes defendemos la vida estamos llamados a exigir el respeto al Derecho Internacional, sustentado en los principios de la soberanía y la libre determinación de los pueblos. Debemos apostar por el diálogo como instrumento para tramitar las diferencias y controversias entre los Estados, y garantizar la convivencia y amistad de los pueblos.
En esta hora en la que el imperialismo acude nuevamente al expediente de la guerra, la Red en Defensa de la Humanidad hace un llamado a los pueblos del mundo, a intelectuales, artistas y movimientos sociales a levantar su voz por los ideales de la paz.
«Queremos un mundo de paz, justicia y dignidad, en el que todos, sin excepción alguna, tengan derecho al bienestar y a la vida», indicó Fidel Castro.
Red de Intelectuales, Artistas y Movimientos Sociales en Defensa de la Humanidad (REDH) – Capítulo Boliviano