Los datos son conmovedores, las imágenes aún confusas, pero al parecer estamos en presencia de una emergencia anticolonialista, que aunque levantada por los militares (en África el neocolonialismo nunca construyó instituciones “democráticas“) expresa vuelcos históricos ante el tipo de brutal gobernanza euroestadunidense apoyada por oligarquías locales entreguistas.

La ola de golpes de Estado –siete si contamos dos en Burkina Faso en 2022 y sumamos al de Mali, (2020) Chad (2021), Guinea (2021) y Sudán (2021), el de Níger (2023)– debe ser comprendida por la acumulación de resentimientos, la violencia de la ocupación colonial en esta región y la indiferencia del añejo y petulante poder colonial francés que malinforma a su opinión pública a la que no interesa Níger, de cuyo uranio proviene casi 70 por ciento de su electricidad.

El neocolonialismo, señalaba el ex presidente de Ghana y filósofo Kwame Nkrumah, “busca fragmentar África, debilitar sus instituciones estatales, evitar la unidad y la soberanía africanas, e insertar ahí su poder para subordinar las aspiraciones del continente… La presencia constante de bases militares extranjeras no sólo simboliza la falta de unidad y soberanía; también refuerza la fragmentación y subordinación de los gobiernos y pueblos del continente” (thetricontinental.org 5/07/2021).

Uno de los proyectos descolonizadores mas importantes en pos de la independencia y la unidad africana fue la propuesta por el líder libio Muammar el-Kadhafi. Como rememora Manlio Menducci, el Estado libio poseía las mayores reservas de petróleo de toda África y grandes reservas de gas natural, lo que hacía viable crear un Fondo Monetario Africano.

A EU y Francia les alarmaron sus propuestas. Es más, querían eliminar a Kadhafi antes de que utilizara sus reservas de oro para crear una moneda panafricana como alternativa al dólar estadunidense y al franco imperial que impone Francia a sus antiguas colonias africanas desde 1945. El 19/3/2011, EU y la OTAN iniciaban su campaña de bombardeos contra Libia, devastando a esa nación floreciente y a su población con más de 40 mil bombas y misiles y asesinando a su líder de manera brutal.

Aunque estaba en marcha la estrategia del Pentágono de destrucción de Estados terroristas de Medio Oriente, Menducci hace una observación importante: La destrucción de Libia fue resultado de una maniobra urgente de orden financiero. Fueron en efecto los bancos antes de que iniciaran los bombardeos los que entraron en acción contra Libia, apoderándose de 150 mil millones de dólares que el Estado tenía depositados en el extranjero que desaparecieron. (Rebelion 29/3/21)

Hoy Libia es un país donde el caótico flujo migratorio hacia Europa ya ha dejado más víctimas que la guerra de 2011. Las milicias que asesinaron a Kadhafi, respaldadas por la OTAN, procedieron a una limpieza étnica, obligando a 50 mil libios a huir de sus hogares, a los que nunca han podido regresar (Menducci).

Tras la guerra de agresión de la OTAN contra Libia, la región del Sahel –barrera natural entre el Sahara y la región selvática– experimentó una serie de conflictos, aprovechados por Francia y EU. En 2014, Francia estableció el G-5 Sahel, instalando 10 bases militares. EU construyó la mayor base de drones del mundo justamente en Agadez, Níger, desde donde lleva a cabo sus guerras y la vigilancia aérea de todo el Sahel y el desierto del Sahara. Proyectada desde 2012, “esta masiva base, la más grande que tiene EU en África, entre otras 29, puede desestabilizar Níger (Joe Penney, The Intercept, (18/2/2018).

Preocupa tan inmensa presencia militar en una región que alberga reservas mundiales estratégicas, entre otros 98 por ciento del cromo, 90 por ciento del cobalto, 50 por ciento del oro, 33 por ciento del uranio, 65 por ciento de la tierra cultivable del mundo y, como descubrieron geólogos británicos, también contiene una inmensa reserva de agua subterránea bajo Libia, Argelia, Chad y una parte del desierto del Sahara. (meteored.com 4/2012).

La riqueza de ese continente en recursos naturales contrasta con los niveles de empobrecimiento de su población. Dice el Tricontinental que la deuda se cierne sobre el continente africano como una bandada de buitres. La mayoría de los países africanos están al borde de una crisis de pagos. Parte del problema radica en las exigencias coloniales para el aumento del gasto militar a costa del presupuesto social.

Los países del G-5 Sahel gastan entre 17 y 30 por ciento del total de sus presupuestos en sus ejércitos. El comercio de armas los está asfixiando. Todo el discurso gira en torno a la seguridad, mientras que las conversaciones sobre el desarrollo social quedan relegadas a un segundo plano. Incluso para la ONU, las cuestiones de desarrollo se han convertido en una preocupación secundaria frente al protagonismo de la guerra.(thetricontinental.org,2/06/2022).

Fuente: La Jornada

Por REDH-Cuba

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